sábado, octubre 18, 2008

Dejando que Cristo se vea en tu vida

Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. (RV 60 Filipenses 1:19-24)

Para nosotros los cristianos, es ciertísimo que no somos aún lo que deberíamos ser, pero es igualmente cierto que por la gracia de Dios, ya no somos lo que antes fuimos. Dios ha diseñado un plan de transformación y crecimiento maravilloso para cada uno y Él mismo se encarga de motivarnos y guiarnos para que nos beneficiemos al máximo de su gracia.

Si nos encontramos en este mundo, es porque el propósito de Dios aún debe cumplirse en nuestra vida. Dice Eclesiastés 3:11: Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Dios ha diseñado esta vida para que descubramos lo que no alcanzamos a ver, para que por medio de la fe y de permanecer en Él, su Espíritu produzca en nuestra vida, fruto de Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe, Mansedumbre y Templanza.

Dios está formando el carácter de Cristo en cada uno de sus hijos, está cambiando a diario nuestro estilo de vida y no cesará hasta completar la obra. La transformación es personal y dirigida. Cada uno de nosotros habrá de predicar, por amor y con los hechos de su vida, un evangelio concreto y efectivo, la buena noticia para aquéllos que necesitan de Dios aún sin saberlo: Dios te ama a ti y te quiere con Él para siempre.

Si recomendamos a un buen mecánico, a un buen trabajador o un buen restaurante, ¿por qué no recomendamos por medio de nuestra propia experiencia al mejor en todo?: el mejor amigo, el mejor médico, el mejor abogado, el mejor ingeniero, el mejor padre, el mejor hijo, el mejor hermano, el mejor esposo, el único digno de confianza, el único fiel, justo y verdadero. Es hora de permitir que Cristo, Jesús, lo único bueno que hay en ti y en mí se vea, resplandezca y toque los corazones de todas las personas que Dios pone día a día a nuestro alrededor, sólo así seremos verdaderamente luz del mundo y sal de la tierra.