sábado, octubre 11, 2008

Dios perfeccionará su obra en sus hijos

Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. (RV60 Filipenses 1:3-7)

El día en que por gracia de Dios tomamos nuestra decisión por Jesucristo, Dios inició su buena obra en nuestra vida, es un trabajo de amor que continuará durante toda nuestra existencia y que tiene una meta definida: la estatura de la plenitud de Cristo. Es importante reconocer que es Dios quien, obrando en nosotros, dándonos el querer y el hacer, nos va guiando mediante el poder del Espíritu Santo en su camino, enderezando nuestras veredas y volviendo nuestros pasos cuando nos desviamos.

Todo aquello que hacemos en Cristo, es parte de lo que Dios preparó de antemano para que fuera realizado conforme a su voluntad, pero lo que hacemos en nuestras propias fuerzas, negándole a Jesús actuar a través nuestro, son trapos de inmundicia. Ciertamente, aún aquellas obras que decidimos realizar según nuestro criterio, sin tomar en cuenta a Dios y que consideramos buenas, realmente son inútiles y más bien constituyen un engaño que nos hace creer en nuestra propia bondad alimentando más nuestro ego.

Sólo cuando Cristo vive y actúa a través de mi o tu vida, la obra satisface al Padre. Jesús lo dijo así: separados de mí, nada podéis hacer. Permaneciendo en Cristo todo es posible y si su palabra permanece en nosotros dará fruto, un fruto agradable a Dios.

Pablo demuestra, estando en prisión al escribir su epístola a los Filipenses, que en su espíritu existe un gozo que se fundamenta en una relación personal con el Señor. Una relación que le permite amar a sus hermanos, proclamar y reafirmar el evangelio, teniendo la seguridad de la obra de Dios en su vida y en la de todos aquéllos que participan de la gracia.Sólo hay una cosa que podemos hacer para agradar a Dios: rendirnos enteramente y sin objeciones a su voluntad, dejar que sea Él el que conduzca nuestra vida y no estorbarle tratando de ayudarle.