sábado, noviembre 01, 2008

Equilibrio personal en Cristo

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. (Filipenses 2:1-4 RV60)

Dios nos exhorta a mantener la unidad entre nosotros, viviendo, pensando y sintiendo lo mismo. En realidad, viviendo en el Espíritu es la única forma en que los seres humanos nos pondremos de acuerdo; puesto que cada cabeza es un mundo, sólo adoptando la mente de Cristo (y desechando la nuestra) podemos llegar a la unidad perfecta.

Cuando nuestros sentimientos son tan intensos que definen y controlan nuestros actos o por el contrario, cuando estamos tan apegados a la razón, que perdemos toda sensibilidad y emoción, no hay duda que tenemos un serio desequilibrio de personalidad que no es más que un síntoma del gobierno de nuestra carne sobre el espíritu. Ante cualquiera de estas situaciones podemos tomar algunas medidas que nos permiten retornar a un equilibrio sano y gobernar nuestra vida dentro de la voluntad de Dios:
  • Conoce tus propias emociones y pensamientos. Evalúa su impacto en tu vida y en la de las personas que se relacionan contigo: Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. (Romanos 14:7).
  • Cambia tus emociones y raciocinios incorrectos, rinde tus sentimientos y pensamientos al control y renovación que el Espíritu Santo quiere hacer en cada uno de los hijos de Dios: y renovaos en el espíritu de vuestra mente, (Efesios 4:23).
  • Haz del Señor tu motivo primario para vivir, acepta depender siempre de Él antes que de ti mismo, de tus emociones o de tus pensamientos: Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. (Romanos 14-8).
  • Valora las emociones y razones de los demás, decide desarrollar empatía con los que te rodean: Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. (Romanos 12:15).
  • Mantén buenas relaciones con todos, aún a costa de tu comodidad y deseos personales: Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. (Romanos 12:18) Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. (Lucas 6:31).