sábado, septiembre 26, 2009

Él quiso ser como nosotros…


Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. (Hebreos 2:14-15 RV60).

La unión hipostática es un término técnico que sirve para designar el misterio de la naturaleza de Jesús, quien siendo Dios, se despojó voluntariamente de sus atributos divinos para venir a este mundo y ser hombre. Su naturaleza es pues cien por ciento divina, es Dios, y a la vez cien por ciento humana, es hombre: Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. (Hebreos 2:17-18 RV60).

Esa autolimitación de su deidad, le permitió vivir en su naturaleza humana todas las circunstancias por las que los seres humanos pasamos desde la posición más sencilla y humilde de una persona desapegada de los bienes materiales demostrando el amor del Padre hacia todos los seres humanos que estuvieron en su presencia, así como el profundo desprecio de Dios a la soberbia e idolatría del hombre.

Jesús vino a salvar lo que se había perdido, a salvarte a ti y a también a mí porque estábamos perdidos, porque sin su amor no tenemos nada que valga la pena. Él sufrió en carne propia emociones, pensamientos y tentaciones humanas, fue amado y fue despreciado, mal entendido y calumniado, tuvo alegrías y tristezas, sintió temor, dolor e ira, tuvo familia, amigos y enemigos, trabajó y descansó, intentaron matarlo varias veces y murió asesinado expuesto desnudo públicamente, después de ser torturado y sufrir una golpiza descomunal entre burlas e insultos. Fue humillado hasta lo sumo y tratado como el más despreciable criminal y a pesar de todo no pecó, extendiendo su misericordia a sus victimarios, pidiendo perdón a Dios por ellos.

Y todo eso lo dio por amor, por amor a ti y a mí, porque ese era el único medio de obtener el perdón de todos nuestros pecados y saldar la deuda completa de nuestras transgresiones y ofensas a Dios.

Pero la mejor noticia de todas es que Él vive hoy, resucitado por el poder de Dios, sentado a la derecha del Padre, exaltado hasta lo sumo y puesto por encima de todo lo que existe. Su Santo Espíritu vive en nosotros, los que creemos, para guiarnos hacia Él, libres de las ataduras de nuestro pasado y nuestros pecados, amados y comprendidos plenamente por Él y gozando de su amor para siempre, porque a Dios le plació otorgarnos en Jesús, el perdón de todos nuestros pecados, reclamándonos como sus hijos, para que en todo sea Él glorificado… y ante Él, toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesús es el Señor para la gloria de Dios.

Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, (Hebreos 2:9-11)

sábado, septiembre 19, 2009

Herederos universales…

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, (Hebreos 1:1-3 RV60)

¿Te has preguntado alguna vez para qué estás sobre esta tierra?, ¿Con que propósito tienes vida?... no eres el único que lo ha pensado, es una interrogante que ha inquietado las mentes de toda la humanidad desde el principio y como cada cabeza es un mundo, la variedad de respuestas que el intelecto humano le ha dado es impresionante.

Por gracia de Dios, nosotros, sus hijos, nacidos del Espíritu por medio de Jesucristo el Señor, tenemos la única respuesta posible… Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven. (Romanos 14:7-9 RV60).

En este mundo tenemos abundantes tareas que realizar obrando diligentemente, trabajando, estudiando, cuidando unos de otros, proveyendo para nuestras familias y muchas otra más… pero la misión que hemos de cumplir a través de nuestro caminar diario es la más sublime y trascendental de todas: exaltar a Jesucristo y manifestarlo a todo el mundo, con la seguridad que viviremos con Él y por Él eternamente.

Este cometido no se logra por temor, por tradición o por obligación, es el resultado del desarrollo continuo de una relación de amistad y amor con Dios, viviendo conscientes de su presencia, lo que genera en cada cristiano auténtico, un agradecimiento infinito por el regalo más grande que nos ha sido entregado por el amor de Dios en la persona de Jesús: según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (Efesios 1:4-5 RV60).

Es precioso contemplar la amistad entre un papá y su hijo, cuanto más, si esa relación permanece y se afirma porque se funda en el amor, el respeto, la fidelidad y la confianza mutua. Dios creó el Universo para Jesucristo y por Él hemos sido adoptados como hijos y coherederos de todas las riquezas de su reino. Es necesario afirmar nuestra relación con Él acercándonos confiadamente porque nos ha demostrado su amor en Cristo… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1Juan 1:9 RV60).

En esta época moderna que nos ha acercado más que nunca al fin de los tiempos, cobra aún mayor vigencia la exhortación de Pablo: Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (Colosenses 2:8-10 RV60).

sábado, septiembre 12, 2009

Su voluntad se vive…

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:2 RV60)

Dios tiene deseos sublimes y propósitos eternos para cada uno de sus hijos, descubrirlos depende de renovar nuestra manera de pensar, permitiendo al Espíritu Santo realizar en nuestro interior un cambio radical de mentalidad para que sea Cristo quien manifieste su carácter por nuestro medio.

Por buenos que nos hayamos considerado a nosotros mismos, siempre la bondad de Dios es superior y nos la ofrece en hechos concretos. Su voluntad es siempre hacer y que hagamos lo bueno, Él tiene pensamientos de paz y no de mal, para que cumplamos el propósito de nuestra vida.

La voluntad de Dios es siempre agradable porque el camino al destino que Él nos ha reservado es siempre superior al que podemos imaginar: Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isaías 55:9 RV60).

Dios, por su gracia y amor, nos revela sus intenciones… dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. (Efesios 1:9-10 RV60), pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; (1Tesalonicenses 4:3 RV60), dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1Tesalonicenses 5:18 RV60) Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. (Juan 6:40 RV60).

La voluntad de Dios se perfecciona en nosotros cuando supera nuestras debilidades con el poder del Espíritu Santo. Jesús nos enseña a orar al Padre cediendo el total control y gobierno de nuestra vida: Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (Mateo 6:10 RV60).

Edificarse en la voluntad de Dios es un estilo de vida que se desarrolla de forma práctica permaneciendo siempre conscientes de su presencia, en una actitud de amor y dependencia total del Padre, agradecidos por la misericordia y gracia concedida a nosotros en Cristo. La voluntad de Dios como Padre ejemplar, es reunir a todos sus hijos en Cristo.

Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. (Juan 4:34 RV60). Como Él nosotros hemos de satisfacer el propósito para el cual fuimos creados y será Él, quien obrando en nosotros por su Espíritu, ministrará a nuestro corazón la necesidad de querer y hacer su voluntad, actuando durante toda nuestra existencia en la tierra para perfeccionarnos y llevarnos a la estatura de la plenitud de Cristo, por quien existen todas las cosas y para quien vivimos y morimos.

sábado, septiembre 05, 2009

Protege tu corazón de las crisis

Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. (Habacuc 3:17-18 RV60)

Hemos aprendido a través del tiempo que los seres humanos provocamos, vivimos y sufrimos una crisis tras otra. A la orden del día se presenta una crisis financiera cuando aún no hemos salido de una crisis de salud o en nuestras relaciones personales. De pronto el mundo se convulsiona con una crisis alimentaria o con un desequilibrio ecológico que genera un desorden climático de alcance global.

La llave que Dios ha puesto en nuestras manos para enfrentar las crisis, siempre abre una de dos puertas, la del fracaso, en la cual sucumbimos ante la adversidad rindiéndonos al vaivén de las circunstancias o la de su voluntad, mediante la cual tenemos la capacidad, en Cristo, de superar todo obstáculo que intente frenar la expansión de su reino en nuestra propia existencia.

La Biblia nos enseña mediante casos concretos a convertirnos en parte de la solución en lugar de contribuir a hacer más grande el problema: Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. (Eclesiastés 9:10 RV60).

Encontramos que siendo diligentes, planificando nuestro actuar dentro de los parámetros de Dios, caminando la milla extra, dando en lugar de recibir, aprovechando bien el tiempo y las oportunidades, preservando lo importante en buenos tiempos para disponer de ello en tiempos difíciles, son mecanismos seguros, establecidos por Dios para tener y disfrutar de los frutos de nuestra siembra en el momento en que verdaderamente los necesitamos.

Dios mismo nos da la pauta por su Santo Espíritu de lo que hemos de hacer, nos guía por el camino del amor y la solidaridad considerando a los demás como superiores a nosotros para que sembremos relaciones sanas cosechando armonía y paz. Así el Cuerpo de Cristo se mantiene sano.

Del mismo modo el Señor nos indica que en la fuerza de su Espíritu podemos hacer que nuestro propio espíritu humano gobierne en nuestra alma y nuestro cuerpo día a día para mantener una relación sana y constante con nuestro Padre, llevando todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo.

La Biblia nos recuerda que todo obrero es digno de su salario y que es un don de Dios que el ser humano disfrute del fruto de su labor cada día, nos muestra que no hemos de contaminar nuestro cuerpo con las inmundicias que pueden salir de un corazón alejado de Dios y que si vivimos o morimos para Cristo lo hacemos porque le pertenecemos…

Es pues necesario que enfrentemos las crisis en su Espíritu, con sus fuerzas sabiendo que… la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto en tanto que el camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan. Guardemos sus palabras porque son vida y medicina al cuerpo, guardemos nuestro corazón en Cristo y de él manará vida.