sábado, mayo 29, 2010

No nos dejemos engañar

Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (Colosenses 2:8-10 RV60).

Reconocer que Jesús es suficiente en nuestra vida es la base para un crecimiento sólido y conforme a su voluntad.

Dios nos ha dado muchas capacidades, habilidades y talentos; sin embargo, todos estos dones resultan de poco valor si no son empleados con la sabiduría que sólo en Cristo podemos tener.

La realización de nuestro potencial completo, íntegro, sin que le falte absolutamente nada sólo es posible a través de la manifestación constante de Jesucristo en nuestro diario vivir.

Como la escritura declara, en él reside totalmente la plenitud de Dios, él decidió entrar en nosotros si abrimos la puerta de nuestro corazón y él también declaró que permanecería con nosotros hasta el fin del mundo. Su Santo Espíritu es la voz de Dios que nos guía, nos reprende, nos consuela y nos afirma conforme la voluntad de Dios.

La presencia de Dios es constante para cada cristiano, escucharle cuando habla, sólo depende de un oído espiritual desarrollado y atento, y según se nos dice: … y el oír viene por la Palabra de Dios”, es decir que nuestra capacidad de escuchar la voz de Dios se desarrolla por exponernos a su Palabra, haciéndonos aptos para comprender sus propósitos.

Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. (Isaías 55:10-11 RV60).

En contraposición, evitamos exponernos a la Palabra de Dios, nuestro oído espiritual va atrofiándose progresivamente, a veces llegando al grado de no distinguir la voz de Dios de la voz de nuestro ego, de la voz de Satanás o de cualquier otra voz que quiera influir en nuestras decisiones.

Cuando ya hemos saboreado la dirección de Dios para nuestros pasos y hemos disfrutado de los resultados de una vida en Cristo, nada hay más desolador que dejar de escuchar la voz de Dios o peor aún, todo se vuelve caótico, desordenado y vacío, carente de sentido cuando abandonamos la guía del Espíritu Santo y vamos apagando su voz con el ruido del mundo y de nuestro propio egoísmo.

Dios diseñó originalmente al hombre, a su imagen y semejanza, pero esa perfección se perdió con el pecado. Jesús puso su vida para que tuviéramos la oportunidad de volver al Padre, restaurando en el ser humano esa perfección mediante la cruz y la sangre de nuestro Señor.

Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. (Eclesiastés 3:11 RV60).

Esa necesidad de creer, de trascender, está llevando a quien no tiene a Cristo, a buscar satisfacción de su necesidad de eternidad en religiones y filosofías huecas, carentes de fundamento que sólo dan alivio temporal a la sed espiritual. Aún el cristiano, no enraizado sólidamente en Cristo, corre el riesgo de desviarse y desperdiciar su vida en creencias, rituales y prácticas vanas, en la mayoría de casos contrarias a la voluntad de Dios. Por tanto, es necesario volverse a su Palabra…

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. (Mateo 7:24-25 RV60).

Nuestro sustento diario

El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;(Colosenses 1:15-17 RV60).

Jesucristo, es el principio y el fin, el sustento de toda la creación. Los seres humanos estamos acostumbrados a despertar cada mañana y a llenar el tiempo de nuestro día con una serie de actividades programadas que a lo largo de nuestra existencia se convierten en una rutina adormecedora.

Muchas personas viven por inercia, por el impulso que viene de la costumbre de hacer lo que sea que cada quien hace.

Sin embargo, los que hemos nacido de Dios hemos sido llamados a ser llenos de sabiduría e inteligencia espiritual, mediante la cual podemos tener conocimiento y conciencia de la voluntad (buena, agradable y perfecta) de Dios, lo cual tiene un propósito sencillo y profundo: obrar sin riesgo para edificar nuestro futuro diseñado por el creador de todas las cosas para elevar nuestro estándar de vida, a la altura de la dignidad de un hijo de Dios.

Puesto que Dios nos concibió en su mente, nos diseñó y nos creó conforme a su propio criterio y propósitos, resulta lógico pensar que el aprendizaje de su voluntad es el medio óptimo para desarrollar el carácter que somos capaces de alcanzar.

Ese carácter sólo puede llegar a su máximo potencial cuando renovamos nuestro entendimiento y nuestros valores.

La vida rutinaria, adormecedora, produce mediocridad y la incapacidad de alcanzar la plenitud que Dios desea darnos.

La forma de tener la máxima realización como personas es descubrir el camino que Dios ha definido para cada uno. Esto no se puede hacer sin conocerlo, y conocerlo requiere mantener una relación personal con nuestro Dios.

Jesús abrió, con su vida, su muerte y su resurrección, el único camino para conocer personalmente a Dios en calidad de amigos, destruyendo todos los obstáculos que existían para acercarnos al Padre.

Jesús nos quiere presentar al Padre como su tesoro especial, por lo cual Él es quien culminará la obra de perfeccionamiento que ha comenzado de forma personal con cada uno de nosotros.

Tenemos la garantía de parte del que sostiene la vida en este planeta, que Él no descansará hasta llevarnos a su imagen y semejanza. Esto no es una obra cualquiera, es un proyecto divino, requiere de construir en cada uno de nosotros el carácter de Jesús, la capacidad de dar fruto por su Espíritu.

Cada uno de nosotros es un proyecto individual en el que Cristo viene trabajando desde antes de crear el mundo. Ninguno de nosotros es un accidente de la naturaleza o producto de la suerte…

Es bueno despertar cada mañana a un día nuevo y diferente, conociendo el propósito de Dios en nuestra vida para ese día particular… y agradecerle, desde lo más profundo de nuestro ser, por regalarnos y sostener cada día esa vida abundante que sólo se puede vivir cuando Él ordena nuestros pasos.

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10 RV60)estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; (Filipenses 1:6 RV60).

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Hechos 13:19-20).

sábado, mayo 15, 2010

Volviendo a Él…

El que no es espiritual no acepta lo que viene del Espíritu de Dios porque le parece una tontería. No puede entenderlo porque eso tiene que juzgarse espiritualmente. En cambio, el que es espiritual puede juzgarlo todo, pero a él nadie lo puede juzgar. Pues así dice la Escritura: “¿Quién conoce la mente del Señor? ¿Quién puede darle consejo?". Pero nosotros tenemos la mente de Cristo. (1Corintios:14-16 PDT)

Como hijos de Dios, los cristianos estamos llamados a crecer y a desarrollarnos, a lo largo de nuestra vida en esta tierra, apropiándonos del carácter de Cristo.

Si meditamos detenidamente en las implicaciones de esta afirmación, descubriremos que ésta, no es una meta humanamente realizable, como si se tratara de una carrera universitaria. No hay manera en que un ser humano natural pueda, por sus propios medios, adquirir el criterio y la mentalidad del Señor Jesús.

Como Dios nunca deja los eventos de nuestra vida al azar, por su gracia hemos sido equipados con su Espíritu Santo, que tiene una misión explícita: guiarnos hacia la plenitud de Cristo haciéndonos capaces de discernir en el plano espiritual lo que en el plano natural no es posible comprender.

En toda persona, la mente gobierna sus acciones. No podemos esperar acciones espiritualmente maduras, de una mente contaminada de valores superfluos, pasajeros y sin trascendencia. Por esta razón, el propio Jesús intercede por su pueblo cuando dice al Padre: Ellos no son del mundo, como yo tampoco pertenezco al mundo. Apártalos con la verdad para servirte sólo a ti; tu enseñanza es la verdad. Los he mandado al mundo como tú me enviaste al mundo. (Juan 17:16-18 PDT).

Cuando aceptamos la Gracia de Jesús en nuestro corazón, auténtica y sinceramente, el Espíritu Santo actuará guiándonos de manera constante por el camino que satisface a Dios y que representa el máximo beneficio para nuestra propia vida.

Pero la decisión de caminar por la ruta que Dios traza sigue siendo nuestra. Él provee todo lo necesario para nuestro crecimiento y sólo por medio de nuestras propias decisiones podemos permanecer en Él.

Los enemigos de Dios, que obviamente, son también nuestros enemigos, luchan incansablemente por alejarnos de la presencia de Dios y del gozo de nuestra salvación por todos los medios a su alcance: ansiedad, temor, amargura, odio, angustia, depresión… y también usarán nuestros gustos, predilecciones, deseos insatisfechos, así como nuestras debilidades para atraernos por caminos que sustituyen a Dios con ídolos de toda clase: dinero, objetos, personas, poder, reconocimiento, comodidad, etc.

Pero Dios siempre está dispuesto a abrazarnos si nos volvemos a Él; es el Padre amoroso que espera pacientemente que sus hijos reflexionen, cambien el rumbo y caminen hacia Él con un corazón dispuesto. Más aún, Jesucristo siempre está a nuestra puerta llamando, esperando a que oigamos su voz que constantemente nos está invitando a vivir su vida.

Hemos contaminado y enfermado la tierra con nuestra incapacidad de propagar el amor de Dios. Nuestro país tiene los índices de violencia y crimen que nuestra negligencia espiritual ha permitido.

Esto no se debe a la ausencia de Dios ni de su Santo Espíritu, es producto de la sordera espiritual que procede de embotar nuestros sentidos con el ruido de los falsos valores que se propagan por medio de corrientes religiosas, filosóficas, políticas, económicas, comerciales, etc. las cuales van penetrando nuestra mente, cautivándonos con una vida intrascendente, cómoda y efectivamente vacía, donde lo único que perseguimos es la autocomplacencia y satisfacción personales a toda costa… hemos dejado de oír aquello que nos hace crecer en la fe: la Palabra de Dios.

¿Qué espera Dios de nosotros?... y si mi pueblo que se identifica usando mi nombre se humilla, ora, me busca y abandona su mala conducta, entonces yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y restauraré el bienestar del país. (2Cr 7:14 PDT).