sábado, diciembre 11, 2010

La altivez humana

Porque tú salvarás al pueblo afligido, Y humillarás los ojos altivos. (Salmos 18:27, RV60a)

Altivez de ojos, y orgullo de corazón, Y pensamiento de impíos, son pecado. (Proverbios 21:4, RV60a)

El orgullo y la altivez que tiende a dominarnos, no es más que una manifestación de la lucha interna entre dos pensamientos: creernos nuestro propio dios o bien reconocer que sólo hay un Dios ante el que es necesario doblar rodilla y humillarse.

La arrogancia del ser humano desborda los límites cuando hay personas que niegan la existencia misma de Dios, apoyándose en argumentos realmente absurdos.

En una entrevista realizada por el periodista de BBC, William Crawley al conocido ateo militante Richard Dawkins, este último afirma que si al morir se encontrara con que Dios es real y le preguntara por qué no creyó en Él, su respuesta se limitaría a decir que “no había evidencia suficiente”.

¿Será necesario que Dios muestre mayores evidencias de su existencia y su poder?... Con toda su inteligencia y desarrollo, el ser humano a duras penas comprende parcialmente algunas de las leyes que rigen el universo; a estas alturas de la civilización sólo hemos creado tecnologías e inventos que a la larga han deteriorado más al planeta de lo que han beneficiado a la humanidad. Vivimos en una sociedad totalmente vendida a un materialismo egoísta.

La autocomplacencia y la exaltación del “yo” son parte de los antivalores que hemos asimilado desde nuestra niñez.

El pensamiento que pone a los demás por encima de nosotros se considera una mentalidad de perdedor. Sin embargo bíblicamente la enseñanza es contraria: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. (Filipenses 2:3-4, RV60a)

La humildad y la mansedumbre, que son atributos divinos y fruto del Espíritu, se han depreciado en nuestra monetizada sociedad donde el poder, la posición, posesiones y riqueza determinan el nivel de éxito.

¿Qué haremos? Acomodarnos al pensamiento de esta era o renovar nuestra mente según los criterios de Dios: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24, RV60a)

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. (Romanos 1:18-21, RV60a).

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