sábado, mayo 28, 2011

¿Sí o No?

Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación. (Santiago 5:12, RV60a).

Valentía, Lealtad, Humildad, Sabiduría, Diligencia, Honestidad, y muchos otros componentes del carácter son vitales para desarrollar una vida íntegra y conforme a la voluntad y el diseño perfecto de Dios.

Entre estos elementos del carácter se encuentra una característica o atributo de suma importancia: la capacidad para tomar buenas decisiones.

Las decisiones, para ser confiables y permanentes, deben apoyarse sobre una base sólida. No es un método sabio el dejar las decisiones “al azar” o “a la suerte”. La base de las decisiones en un cristiano, como cada cosa en su vida debería ser el fundamento de todo: Cristo, el Señor Jesús.

El carácter formado y fortalecido en Cristo, nos hace tomar y sostener las decisiones por cuanto tienen una base firme, incorruptible y no tambaleante.

Por otra parte, las decisiones tomadas sobre la base de criterios puramente humanos, tienden a variar en función de las debilidades propias de nuestra naturaleza humana, que por regla general no sólo son alejadas de Dios, sino que contribuyen a nuestro deterioro espiritual. Toda decisión se reduce a un “sí” o un “no” que hemos de responder ante una situación particular.

Mi “Sí” o mi “No” está respaldado por una de dos personas: Cristo o Yo. ¿Quién, de estas dos personas es infalible, inmutable y plenamente confiable?

La respuesta es obvia. Por esta razón es necesario tener la capacidad de tomar las decisiones con el criterio de Cristo: Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo. (1Corintios 2:16, RV60a).

El desarrollo del carácter es proporcional a nuestro grado de comunión con el Señor. Mientras Él y su mente predominan en nuestra vida más aciertos tendremos. Si por el contrario, apagamos la influencia y guía del Espíritu Santo, nuestras decisiones carecerán de la firmeza y fundamento que las hace sostenibles.

El valor de una decisión no está en tomarla sino en sostenerla. El único fundamento eterno sobre el que puede descansar una buena decisión es Él, el Señor.

Estamos acostumbrados a proclamar a viva voz Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13), y esa es una verdad irrefutable pero la pregunta íntima y personal que requiere respuesta es ¿Estoy en Cristo?, ¿Permanezco en Él?

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. (Juan 15:1-8, RV60a)

sábado, mayo 21, 2011

Crecimiento a prueba

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2Timoteo 3:16-17, RV60a)

La Biblia constantemente nos insta a estar preparados. Pero, ¿para qué hemos de prepararnos?

La vida es un proceso constante que exige desarrollar permanentemente, nuevas capacidades y habilidades, adquiriendo destrezas y competencias que nos preparan para afrontar la realidad y las circunstancias que sobrevendrán. En pocas palabras, es un proceso de adquisición y afianzamiento de carácter.

Cristianos y no cristianos nacemos, crecemos, aprendemos a vivir y a sobrevivir poniendo en práctica los conocimientos adquiridos, las habilidades desarrolladas, y los principios y guías de vida asimilados y aceptados como propios.

La preparación en la vida cristiana, se diferencia de cualquier otra en todo sentido por cuanto pretende un objetivo específico: desarrollar la mente de Cristo en cada uno de nosotros, de tal manera que habiendo alcanzado la “estatura de la Plenitud de Cristo” seamos capaces de comprender y actuar con la madurez que se necesita para proclamar, mediante hechos concretos, el amor y la misericordia de Dios por encima de todo valor humano.

Adquirir el carácter de Cristo requiere de una absoluta disposición a rendirse enteramente a la voluntad del Padre. Nadie está mejor preparado para la vida que aquél que cede el gobierno de su existencia a Dios mismo.

Como todo atleta que enfrentará un competencia, es importante que nuestro punto de partida sea prepararnos adecuadamente para la prueba que hemos de pasar.

Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:2-4, RV60a).

En esta vida, todas las pruebas que tendremos pretenden una sola cosa: desarrollar en nosotros el carácter de Cristo mediante un proceso de maduración y perfeccionamiento de nuestra fe, para que nuestra actuación diaria en todos los ámbitos en que nos desenvolvemos, sea un testimonio fiel de la presencia y de la obra santificadora del Señor en todo lo que hacemos, llevándonos a ser dignos de ser llamados sus hijos.

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, (Efesios 4:11-15, RV60a)

sábado, mayo 07, 2011

Tiempo para todo y todo a su tiempo

¿Qué provecho saca quien trabaja, de tanto afanarse?  He visto la tarea que Dios ha impuesto al *género humano para abrumarlo con ella.  Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la *mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el *hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin.  Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva;  y sé también que es un don de Dios que el hombre coma o beba, y disfrute de todos sus afanes. (Eclesiastés 3:9-13, NVI)

La sabiduría que viene de Dios nos da la pauta para ordenar apropiadamente las prioridades de nuestra vida.

En la formación de nuestro carácter, desarrollándolo para darnos la capacidad de enfrentar la realidad en función de la voluntad de Dios, nuestro Padre ha dispuesto un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo.

Ser diligente es uno de los atributos que hemos de desarrollar, para aprovechar el más importante recurso natural, no renovable, que Dios nos ha dado: el tiempo.

La realidad de nuestras prioridades se puede medir muy fácilmente. Si listamos todas las actividades que realizamos en una semana normal, luego identificamos el número de minutos, horas o días que le dedicamos a cada actividad y las ordenamos, de la que consume más tiempo a la que consume menos… habremos identificado desde lo que efectivamente es más importante, hasta lo que no lo es.

Pero eso no es todo. Agreguemos a nuestra lista las cosas que queremos hacer y no hemos hecho, las cosas que sabemos que en la voluntad de Dios son una tarea específica que debemos hacer, para la cual se nos ha capacitado con los dones y talentos requeridos, pero que por las “razones” – léase excusas – que sean no hemos desarrollado.

Posponer una y otra vez lo inevitable sólo hace más difícil la tarea; es un desperdicio de energía y de vida, que nos desenfoca de los propósitos reales de nuestra existencia.

Pero Dios nos dice que “todo lo podemos en Cristo” en su fortaleza, lo que por implicación nos lleva a concluir que si no hemos “podido” hacer algo que Dios demanda, es porque nuestra permanencia “en Él” no existe o es inconstante.

Nuevamente llegamos a la raíz de todo: separados de Jesucristo, de la vid verdadera, somos como pámpanos cortados, incapaces de seguir viviendo y produciendo vida.

La única fuente de vida capaz de transformar nuestro carácter es Jesús, sólo en Él podemos ser, hacer y tener lo que un hijo de Dios está destinado a realizar en su existencia.

Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:

un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;

un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;

un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;

un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;

un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;

un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;

un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas;

un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;

un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;

un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;

un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;

un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;

un tiempo para amar, y un tiempo para odiar;

un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.

(Eclesiastés 3:1-8, NVI)

sábado, abril 30, 2011

Queda poco tiempo…

Siendo pues linaje de Dios, no debemos suponer que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pues bien, Dios, pasando por alto esos tiempos de ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual va a juzgar a la humanidad con justicia, por medio del Varón que designó, presentando a todos garantía de ello cuando lo resucitó de entre los muertos. (Hechos 17:29-31, BTX)

Vivimos la época más gloriosa de la historia moderna. Somos privilegiados al contemplar ante nuestros propios ojos, el cumplimiento de la palabra profética de Dios en toda su magnitud.

Sabemos que Jesús, el Rey de Reyes, el Señor, viene pronto a establecer de una vez y para siempre su trono y su gobierno en una tierra nueva y cielos nuevos, haciéndonos participantes de su gloria.

Es imposible para nosotros tener tan siquiera una idea de la magnificencia del cielo y de la salvación que se nos ha otorgado por la gracia de Dios. Nuestra mente no logra dimensionar la magnitud del sacrificio de Jesús ni el inmerecido regalo de la vida eterna.

Dios ha puesto en el corazón del ser humano “eternidad”, esa sed de Dios que no se puede describir con palabras. Hemos sido creados para glorificar a Dios y exaltar el nombre de Jesús por encima de todo lo que existe.

Lamentablemente, también somos testigos de la acelerada carrera de autodestrucción que lleva la humanidad. Todas las señales que Jesús anticipó prácticamente se han presentado ya como anuncio del fin de los tiempos y el próximo comienzo de una vida nueva.

¿Y los que no han conocido a Cristo? El mensaje del evangelio está siendo difundido ampliamente y es nuestra responsabilidad cristiana hacer que se propague a toda criatura.

Volverse a Dios implica cambiar de dirección, literalmente la palabra arrepentirse significa girar y caminar en el sentido opuesto. Eso es lo que Dios pide del que, hoy por hoy, no camina en su ruta.

Arrepentirse, cambiar el rumbo, es un paso que requiere fe, es una decisión que necesita de valentía porque implica plantarse en completa oposición a la escala de valores de este mundo. Ese coraje, esa fuerza necesaria para sostener la decisión de caminar con Cristo hacia el Padre sólo puede venir del poder mismo del Espíritu de Dios.

La decisión de seguir a Cristo es personal, nadie puede tomarla en lugar de otro, la capacidad de sostenerla viene de Dios, pero el paso necesario es atreverse a decidir.

Dios nos ama de tal manera, que entregó a Jesús, su Hijo, como ofrenda y sacrificio para justificarnos, para saldar la deuda de nuestro desprecio a Dios, a su gobierno, a su justicia y a su amor perfecto.

Nadie puede comprar un don de Dios, lo que somos, lo que tenemos y lo que somos capaces de hacer viene de Dios. Despreciar el sacrificio de Jesús negándose a aceptarle como el único digno de señorear en nuestra vida es sinónimo de muerte eterna… no significa dejar de existir, significa una existencia sin sentido, sin satisfacción, sin propósito… ¡para siempre!, es quemarse por siempre en el fuego de la necesidad de Dios sin poder alcanzarlo: ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, también tiene al Padre. (1Juan 2:22-23, BTX)

sábado, abril 09, 2011

La paz verdadera

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. (Filipenses 4:4-5, RV60)

En esta época, en que resuenan en nuestros oídos las noticias de desastres como terremotos, tsunamis, huracanes generados por el cambio climático, cuando vemos y escuchamos diariamente en todos los noticieros sobre guerras, masacres, genocidios, revoluciones, asesinatos, tráfico de personas, tráfico de drogas, desfalcos, maras, sicarios y de tantos otros síntomas de descomposición social, moral, política, económica y familiar, es difícil creer que podamos mantener un ánimo optimista y la fuerza para enfrentar una realidad tan dura.

A decir verdad, los seres humanos hemos sembrado lo que ahora cosechamos. Algunos hemos sido actores que hemos propiciado estas catástrofes, otros hemos pecado de indiferencia sin hacer nada para remediar los problemas. Hechor o consentidor, al final todos somos responsables de tan grande deterioro.

¿Y ahora? ¿Qué podemos hacer?... No hay ser humano, ni país, ni organización capaz de resolver el remolino en el que la humanidad ha caído hundiéndose hacia su propia destrucción. El colapso es inevitable.

Pero la Biblia nos muestra que sí hay esperanza, que podemos gozar de paz y de seguridad en la gracia salvadora de nuestro Señor Jesucristo.

Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:31, RV60). El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1Juan 5:12, RV60)

Jesús nos advirtió de las señales de su regreso que prácticamente se están cumpliendo ante nuestros ojos y por ello también nos garantiza que en Él, tendremos paz aún entre las tribulaciones del mundo: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. (Juan 16:33, RV60).

La paz verdadera no proviene de acuerdos entre naciones o de leyes y reglamentos, la paz real es fruto de un espíritu guiado por el Espíritu de Dios, es producto de una relación íntima y personal con nuestro Padre celestial, que sólo es posible por la permanencia en Cristo como nuestra única fuente de vida. Cuando Jesús es el Rey de nuestra vida, no hay espacio para la ansiedad ni para la desesperanza, pero esto requiere de una entrega total del gobierno de nuestra existencia a Él y sólo a Él: La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27, RV60).

Cuando somos conscientes de la presencia constante de Dios, de su completo control de todo lo que ocurre en nuestra vida y por sobre todas las cosas, de su infinito amor por nosotros, sus hijos, los problemas, por grandes que nos hayan parecido se reducen a sus verdaderas dimensiones y se vuelven insignificantes ante Él.

La paz que proviene de Dios, guarda nuestra mente y nuestro corazón, nos sostiene ante las peores circunstancias, apaga el temor e infunde esperanza: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8:35-39, RV60).

sábado, marzo 26, 2011

Enfrentar la Verdad

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad. No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. (3Juan 1:2-4, RV60)

Andar en la verdad es un modo permanente de vivir, no es sólo decir siempre la verdad, es perseguir la veracidad en todo: en lo que decimos, en lo que hacemos, en lo que vivimos y en todo lo que obtenemos de los demás; por tanto, implica no engañar y no dejarnos engañar.

Para no ser engañado se requiere capacidad de escuchar, de escuchar con discernimiento para distinguir lo falso de lo auténtico. Requiere de desarrollar un nivel de relaciones interpersonales que se basan en la madurez, el respeto y la confianza.

Cuando alguien se extralimita y se aleja de la verdad, cayendo en pecado, y nosotros lo detectamos, la Biblia nos exhorta a reprenderle con amor: Con misericordia y verdad se corrige el pecado, Y con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal. (Proverbios 16:6, RV60).

Quien camina en la verdad no puede tolerar la falsedad, pero no por ello tiene la autoridad para atropellar al que miente o distorsiona la verdad. La palabra de Dios nos insta a confrontar a quienes se alejan de la verdad primeramente con amor, con misericordia para que efectivamente seamos escuchados y haya un verdadero cambio de actitud en la persona.

El origen de una mentira es diverso, pero las falsedades más difíciles de detectar son aquéllas en las que queremos creer. Es necesario tener una disposición absoluta y la suficiente madurez para escuchar la verdad acerca de nosotros mismos, sin importar de donde venga y reaccionar con sabiduría para corregir nuestro rumbo.

Mucho de nuestro autoengaño se alimenta de la falta de capacidad para aceptar la confrontación con la realidad, aún cuando haya personas bien intencionadas que se atreven a presentarnos esa realidad con amor. La ceguera acerca de nosotros mismos también crece, cuando no hemos desarrollado relaciones de confianza que impulsen a otros a presentarnos nuestra verdad con amor. Vivir en la verdad requiere de renovar nuestra mente, abrir nuestro entendimiento y aceptar los hechos reales de nuestra vida sin excusas ni justificaciones erróneas. La libertad sólo se respira con el conocimiento pleno de la verdad.

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31-32, RV60)

Se dice que nadie es dueño de la verdad absoluta, pero la escritura nos muestra que hay sólo un Señor dueño de la Verdad, capaz de darnos libertad de toda falsedad y mentira proveniente de Satanás, del mundo o de nuestro propio deseo de permanecer engañados. Ciertamente sólo Cristo es, no solamente dueño de la verdad absoluta, sino Él es la Verdad única y absoluta, el que permanece fuera de Él, está en tinieblas y no puede conocer la verdad.

Sólo quien ha aprendido y experimentado a Cristo operando en su vida y transformando su mente puede comprender que no hay otra verdad sino Jesús, El Señor.

sábado, marzo 12, 2011

Práctica de la Verdad

Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará jamás. (Salmo 15:1-5, RV60)

Los seres humanos hemos teñido las mentiras con todo un arcoíris de diversos colores; además, las medimos por su tamaño: hay mentiritas, mentiras y grandes mentiras; hasta les asignamos un valor de sofisticación, piedad, culpabilidad y desfachatez: hay mentiras “piadosas”, mentiras “vulgares”, “inocentes”, “burdas” y también “descaradas”.

La falsedad ha venido a ser un giro tácitamente aceptado en la sociedad para excusarnos de comportamientos comprometedores que no nos atrevemos a enfrentar, porque tienen un costo en la imagen y prestigio, así que preferimos mentir y lo hacemos tan bien, que nosotros mismos nos creemos nuestras propias falacias. Y la excusa con la que nos engañamos para tolerarlo y practicarlo es que “todo mundo lo hace”… “no es nada grave”.

Es un dicho conocido que “la peor de las mentiras es la verdad a medias”. Satanás es un artífice de las formas más sofisticadas de engaño y autoengaño, entretejiendo mentiras con verdades para que sea fácil digerirlas; desgraciadamente somos presa muy fácil de ese juego diabólico, recordemos que así se engañaba a los perritos callejeros para envenenarlos: se les daba “bocado”, es decir comida atractiva mezclada con veneno.

La única forma de salir del juego de la mentira constante es buscar y preferir en lo más íntimo la Verdad: Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31-32, RV60).

La integridad que se requiere de cada ciudadano del pueblo de Dios, es la que procede de fundamentar y edificar verdad sobre Verdad, es construir una vida sin falsedades con base en Cristo y sólo en Él; Jesús en su oración de rendición de cuentas al Padre le dice con respecto a nosotros: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. (Juan 17:17, RV60)

La práctica de la verdad es un estilo de vida, es un fruto de caminar sobre la Palabra de Dios como la ruta en el mapa que Dios ha trazado para conocerle y conocer a Cristo. Las escrituras dan testimonio de Él para que nuestra fe se afirme y crezca.

El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. (1Juan 2:4-6, RV60).

Guardar la Palabra de Dios reteniéndola es una medida eficaz para permitir al Espíritu Santo edificar nuestro carácter conforme al carácter de Cristo. Humanamente, nuestras debilidades son deficiencias que sólo dejando a Cristo actuar por medio de su Santo Espíritu pueden superarse, por lo que sólo Él merece la gloria de nuestro crecimiento: nosotros no crecemos por nosotros mismos: Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. (1Corintios 3:7, RV60).

sábado, marzo 05, 2011

Fieles y confiables

Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia. (Salmos 16:3, RV60).

Alegraos, oh justos, en Jehová; en los íntegros es hermosa la alabanza. (Salmos 33:1, RV60)

El mejor carácter que existe es el carácter controlado por el Espíritu Santo. Es el que fructifica destilando amor, gozo paz, paciencia, benignidad, bondad, fe (fidelidad), mansedumbre y dominio propio.

Entre las dimensiones de un carácter íntegro que identifica al cristiano se encuentra la confiabilidad, la capacidad de generar confianza ante los demás. Ser alguien confiable es un resultado de un ejercicio constante de rectitud en todas nuestras acciones y una consecuencia directa de la práctica de la fidelidad.

En la escritura encontramos el modelo perfecto de fidelidad: Jesús, porque Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo. (2Timoteo 2:13, RV60).

En nuestras relaciones interpersonales, generar confianza requiere de constancia, respeto mutuo y rectitud en la relación, dándose la debida importancia el uno para con el otro: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; (Filipenses 2:3, RV60).

Considerar a los demás con este grado de importancia, requiere en nosotros la capacidad de prestar atención a las personas, significa tener una actitud empática ante las circunstancias y situación de nuestros semejantes, dicho coloquialmente, es “tener la capacidad de ponerse en los zapatos del otro”.

Jesús, el modelo perfecto de empatía, muestra la meta a la que debemos aspirar: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. (Hechos 4:15, RV60).

Él vino a esta tierra y literalmente caminó en zapatos humanos para experimentar nuestras debilidades, dolores y circunstancias. Él se compadece, es decir padece con nosotros para mostrarnos que es posible mantener la integridad aún en las circunstancias más extremas.

La razón por la que Jesús no pecó no fue porque fuera Dios, el no pecó porque, siendo voluntariamente humano, su fe y el Espíritu Santo le mantuvieron firme ante las circunstancias, ante las tentaciones, ante el dolor, ante las debilidades inherentes a la naturaleza humana.

Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? mas nosotros tenemos la mente de Cristo. (1Corintios 2:16, RV60).

La razón por la que nosotros podemos mantenernos fieles a Dios y a nuestros hermanos es la misma que obró en Cristo: porque tenemos su mente, su Santo Espíritu y el crecimiento espiritual que el Padre nos da, mediante la fe, fundamentada en su Palabra.

La causa de la infidelidad, de esa falta de capacidad para generar confianza, procede de impedir el desarrollo de la mentalidad de Cristo en nosotros, ignorando, contristando y a veces apagando la voz del Espíritu Santo con nuestra propia voz, soberbia y arrogancia.

sábado, febrero 26, 2011

Desarrollando Carácter

Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. (Santiago 1:5-7, RV60a).

El carácter es ese conjunto de herramientas que necesitamos para enfrentar la realidad.

Las manifestaciones del desarrollo de nuestro carácter se hacen evidentes en las relaciones interpersonales y en el desempeño al realizar todas las actividades de nuestra vida.

La integridad del carácter requiere que seamos personas de una pieza, sin que nos falte nada. Al igual que un deportista debe ejercitarse con disciplina y perseverancia para lograr la perfección de su deporte, o como el artista con su arte, nosotros debemos someternos a las pruebas de la vida para adquirir el carácter necesario para enfrentar lo que sea que venga.

Por ello, Santiago nos dice: Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:2-4, RV60a).

La Biblia reconoce que la falta de fe provoca un ánimo inconstante que no permite desarrollar la integridad que necesitamos: una persona sin carácter es arrastrada por el viento o por las olas porque no tiene un fundamento firme y seguro.

La principal herramienta que puede forjar nuestro carácter es la Palabra de Dios puesto que la fe, necesaria para ese desarrollo, viene del oír, y el oír, de la Palabra de Dios. La exposición constante a la Palabra desarrolla nuestro oído espiritual y pone en nuestra mente la materia prima que el Espíritu Santo utilizará en el momento oportuno para guiarnos obrar con sabiduría e integridad.

A diferencia del temperamento, que se compone de los rasgos natos de la personalidad, el carácter se forma por medio de la capacitación que Dios nos da a través de las circunstancias que Él ocasiona y permite alrededor de cada uno.

Dios desarrolla la mente de Cristo, con todas sus cualidades, en cada cristiano, por medio de la exposición a diversas pruebas cuyo propósito es siempre beneficioso para formarnos y llevarnos a la estatura de la plenitud del Señor. Por ello todas las cosas ayudan a bien a los que amamos a Dios.

Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. (1Corintios 3:10-15, RV60a)

sábado, febrero 12, 2011

¿Éxito o Propósito de Vida?

Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey. (Nehemías 1:11, RV60a)

Nuestra sociedad, en el mundo actual, está obsesionada con el éxito, dando por sentado, con expresiones como “alcanzar la cima”, “hacerla”, etc. que una persona que logra fama, riqueza, poder o reconocimiento ha llegado al pináculo de la realización de su propósito de vida.

Pero debemos de diferenciar entre los objetivos personales de “éxito” y el propósito real de vida de una persona.

Nehemías, al orar pide “buen éxito”, por lo que reconoce, implícitamente, que hay éxito que no es bueno. La Biblia, a través de Juan, nos enseña que no existe prosperidad que valga la pena sin que nuestra alma verdaderamente crezca: Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. (3Juan 1:2, RV60a).

Efectivamente el éxito cristiano no tiene comparación con lo que el mundo ofrece. La prosperidad que la Palabra de Dios enseña nos habla de tener un alma generosa: Hay quienes reparten, y les es añadido más; ​Y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada; ​Y el que saciare, él también será saciado.(Proverbios 11:24-25, RV60a).

El mundo nos enseña a obrar con mínimo esfuerzo, a obtener dinero fácil y rápido… la Biblia dice: El alma del perezoso desea, y nada alcanza; Mas el alma de los diligentes será prosperada. (Proverbios 13:4, RV60a).

El mundo da por hecho que lo que no se sabe no hace daño, pero… El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. (Proverbios 28:13, RV60a).

El mundo nos muestra la confianza en uno mismo y el orgullo siempre ligados a las posiciones de poder y gran éxito, pero… El altivo de ánimo suscita contiendas; Mas el que confía en Jehová prosperará. El que confía en su propio corazón es necio; Mas el que camina en sabiduría será librado. (Proverbios 28:25-26, RV60a).

Definir correctamente el “buen éxito” en la vida cristiana es una prioridad ineludible para los hijos de Dios, de lo contrario corremos el riesgo de engañarnos y de correr tras ilusiones vanas que sólo nos desviarán del propósito de Dios para nuestra vida. Permanecer en Cristo es la única garantía de éxito y prosperidad desde la perspectiva de Dios.

Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. ​No te alteres con motivo del que prospera en su camino, ​Por el hombre que hace maldades. Deja la ira, y desecha el enojo; ​No te excites en manera alguna a hacer lo malo. Porque los malignos serán destruidos, ​Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. Pues de aquí a poco no existirá el malo; ​Observarás su lugar, y no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz. (Salmos 37:7-11, RV60a).

sábado, febrero 05, 2011

Permanencia en Cristo

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. (Gálatas 5:22-24, RV60)

Mucho hemos escuchado que es necesario “permanecer en Cristo”, que hemos de “andar en el espíritu” y efectivamente la Biblia así nos lo indica; pero, en la práctica ¿qué significado tienen estas frases?

Solamente quien recurre a Dios como el primer y único recurso para guiar su vida puede verdaderamente ejercer, en su caminar diario la voluntad de Dios. Cuando cada pensamiento es sometido al escrutinio del Espíritu Santo y tomamos la decisión consciente de acatar su veredicto para tomar las decisiones que dependen de ello, podemos decir que “andamos” en el camino que Dios nos ha trazado.

La vida está compuesta de una serie de momentos y cada momento implica una decisión. Siempre tenemos la libertad de decidirnos por una u otra opción que se nos presenta. Lo importante para el cristiano, es tener la absoluta claridad de la ruta que es parte del plan de Dios.

El plan de Dios no es tampoco una abstracción sin forma ni rumbo, por el contrario, Dios no deja nada al azar, Él preparó de antemano todo aquello en que obtendremos el máximo rendimiento espiritual si lo realizamos en obediencia, agradecimiento y amor.

Estar conscientes permanentemente del amor de Dios, es el aliento de vida que necesitamos para que fructifique nuestra existencia con amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

Sabemos que todo lo podemos hacer cuando permanecemos en Cristo, sabemos que sin Él, nada (que valga la pena en el reino de Dios) se puede hacer, sabemos que si llevamos todo pensamiento a la obediencia de Cristo derribamos las fortalezas que nos impiden conocerle y sabemos que si conocemos a Cristo, conocemos al Padre.

Jesús vino a dar testimonio del amor de Dios hacia nosotros, a entregarnos de manera personal e individual ese amor, para que nosotros tengamos la capacidad de entregarnos y entregar ese amor por cada ser humano que en este mundo necesita de Dios.

Él está empeñado en restaurar en cada cristiano la imagen viva de Jesús, su carácter, su mente, su obediencia y dependencia total de sí para extender, a través de nuestro testimonio, todas las bendiciones espirituales, que sólo pueden proceder del mismo Dios, a cuanta persona se cruza en nuestra vida.

Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. (1Juan 5:9-13, RV60)

sábado, enero 29, 2011

Hijos de Dios

Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. (Gálatas 4:3-7, RV60)

Las deformaciones históricas de la palabra de Dios, que a través de los años se nos han impuesto mediante la tradición y doctrinas extrañas, tratan a todos los seres humanos como hijos de Dios.

La realidad es que la palabra de Dios es explícita al respecto y no admite dudas, sólo los que hemos recibido la adopción por medio de la fe en Jesucristo y de la confesión de nuestra aceptación de su señorío, somos verdaderamente hijos de Dios.

Y es que adoptar a un hijo es un hecho completamente voluntario, es una decisión de amor. Cuando una pareja o una persona decide adoptar, adquiere el compromiso de dar a esa criatura, todas los derechos que como hijo le corresponden: formación, educación, tiempo, calidad de vida… incluso le provee de un nuevo nombre, de una identidad que le garantiza la pertenencia a esa familia.

Una de las necesidades primarias del ser humano es satisfacer su sentido de pertenencia, por ello, Dios nos ha dado, en Cristo, una nueva identidad, nos ha recibido en su familia.

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. (Efesios 2:19-22, RV60).

El amor de Dios es tan grande que habiendo sido “enemigos de Dios”, habiendo estado “muertos en nuestros delitos y pecados”, él no escatimó el precio que tuvo que pagar para otorgarnos el derecho de ser “hermanos” de Jesucristo; por su gracia nos concede el privilegio de sentarnos con Cristo en los lugares celestiales y nos bendice “con toda bendición espiritual”.

La sangre de Jesús y su muerte en la cruz son el precio de nuestra libertad y el único camino para vivir en la verdad. Sólo los que reconocemos a Jesús como Señor somos sus hijos.

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. (1Juan 3:1-2, RV60)

sábado, enero 15, 2011

Saliendo del anonimato

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10, RV60a).

Lo más triste que puede pasarle a una persona es pasar por esta vida sin encontrar el propósito por el cual Dios le otorgó el privilegio de nacer y vivir.

Dios quiere que busquemos ese propósito y lo realicemos, y Él está dispuesto a enterarnos cuanto antes: Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. (Jeremías 33:3, RV60). Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. (Isaías 65:24, RV60).

El Señor se tomó el trabajo de escribir la guía fundamental para que vivamos y alcancemos los objetivos que sustentan nuestra existencia: Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. (1Juan 5:13-14, RV60).

Sabemos por lo escritura misma que el que busca encuentra y que el que pide recibe, en tanto se mantenga dentro de los límites que impone la voluntad de Dios. Para el cristiano genuino, vivir conforme al propósito de Dios es una necesidad que viene de lo más profundo de nuestro ser.

Dios nos ha equipado con toda bendición espiritual, juntamente con los talentos y dones que cada uno requerirá, sabiendo que todas las cosas nos ayudarán a bien, para realizar los objetivos de nuestro llamado personal.

Sería horriblemente triste no ser más que un “fulano”, un “anónimo” que no dejó huella con su vida en la vida de nadie más, simplemente porque no buscó el camino que Dios le había preparado con tanto amor. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. (Efesios 5:14-17, RV60).

Ni tú ni yo nacimos por accidente o por capricho, ni siquiera por decisión de nuestros padres; nacimos porque Dios decidió otorgarnos el privilegio de existir para regalarnos una vida colmada de su propio ser, dejando de ser simples criaturas y adoptarnos como hijos, por medio de la fe en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, para que, en todo lo que somos y hacemos, sea Dios glorificado.

¡Ay del que contiende con su Hacedor, Como tiesto entre los tiestos de barro! ¿Dirá el barro al alfarero: Qué haces, o: Tu vasija no tiene asas? ¡Ay del que le dice al padre: ¿Por qué engendras?, o a la mujer: ¿Por qué das a luz? Así dice YHVH, el Santo de Israel, su Formador: ¿Me pediréis cuenta de mis hijos, Me daréis órdenes de la obra de mis manos? Yo hice la tierra y creé sobre ella al hombre. Yo extendí los cielos con mis propias manos, Y Yo soy el que da órdenes a todo su ejército. Yo lo he suscitado para la victoria, y allanaré todos sus caminos; Él reconstruirá mi ciudad, y libertará a mis desterrados, Sin precio ni soborno, dice YHVH Sebaot. (Isaías 45:9-13, BTX).

sábado, enero 08, 2011

¿Estar o ser agradecido?

Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (Efesios 5:15-20, RV60)

El agradecimiento a Dios por la vida que nos ha dado es mucho más que un simple “gracias”.

No es igual estar agradecido que ser agradecido. Estar agradecido con alguien, es un sentimiento que nos impulsa a retribuir de alguna manera a quien nos ha dado algún beneficio.

Ciertamente aún el ser humano natural, antes de reconocer a Cristo como Señor, tiene la capacidad de agradecer lo que ocasionalmente recibe como regalo.

Ser agradecido es una actitud que fluye de nuestro interior siempre. Es un estilo permanente de vida que se sustenta en valorar todo lo que somos y tenemos como un regalo de Dios.

Los que hemos sido llamados a ser hijos de Dios por medio de Jesucristo, estamos siendo transformados a la imagen de Jesús, lo que significa vivir en completa y total dependencia de nuestro Padre, reconociendo que Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. (Santiago 1:17, RV60)

A Dios le debemos cuerpo, alma y espíritu. A Dios debemos la vida y el mundo natural, por Él vemos, oímos, respiramos, tenemos alimentación, vestido, vivienda, trabajo e ingresos.

Pero Él no se conformó con darnos sólo eso: Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. (Juan 6:33-35, RV60).

Para muchos comenzar un año significa renovar propósitos y pasar la página para comenzar a escribir una nueva historia. Pero es bueno recordar que hasta aquí nos ayudó el Señor, que su misericordia ha sido nueva y efectiva cada mañana, que no se ha apartado de nosotros como lo prometió.

Es necesario tener siempre presente que es Cristo quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder y que ¡Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo…!

Dios ha hablado por su Hijo Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. (Hebreos 1:1-4, RV60a)