sábado, marzo 12, 2011

Práctica de la Verdad

Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará jamás. (Salmo 15:1-5, RV60)

Los seres humanos hemos teñido las mentiras con todo un arcoíris de diversos colores; además, las medimos por su tamaño: hay mentiritas, mentiras y grandes mentiras; hasta les asignamos un valor de sofisticación, piedad, culpabilidad y desfachatez: hay mentiras “piadosas”, mentiras “vulgares”, “inocentes”, “burdas” y también “descaradas”.

La falsedad ha venido a ser un giro tácitamente aceptado en la sociedad para excusarnos de comportamientos comprometedores que no nos atrevemos a enfrentar, porque tienen un costo en la imagen y prestigio, así que preferimos mentir y lo hacemos tan bien, que nosotros mismos nos creemos nuestras propias falacias. Y la excusa con la que nos engañamos para tolerarlo y practicarlo es que “todo mundo lo hace”… “no es nada grave”.

Es un dicho conocido que “la peor de las mentiras es la verdad a medias”. Satanás es un artífice de las formas más sofisticadas de engaño y autoengaño, entretejiendo mentiras con verdades para que sea fácil digerirlas; desgraciadamente somos presa muy fácil de ese juego diabólico, recordemos que así se engañaba a los perritos callejeros para envenenarlos: se les daba “bocado”, es decir comida atractiva mezclada con veneno.

La única forma de salir del juego de la mentira constante es buscar y preferir en lo más íntimo la Verdad: Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31-32, RV60).

La integridad que se requiere de cada ciudadano del pueblo de Dios, es la que procede de fundamentar y edificar verdad sobre Verdad, es construir una vida sin falsedades con base en Cristo y sólo en Él; Jesús en su oración de rendición de cuentas al Padre le dice con respecto a nosotros: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. (Juan 17:17, RV60)

La práctica de la verdad es un estilo de vida, es un fruto de caminar sobre la Palabra de Dios como la ruta en el mapa que Dios ha trazado para conocerle y conocer a Cristo. Las escrituras dan testimonio de Él para que nuestra fe se afirme y crezca.

El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. (1Juan 2:4-6, RV60).

Guardar la Palabra de Dios reteniéndola es una medida eficaz para permitir al Espíritu Santo edificar nuestro carácter conforme al carácter de Cristo. Humanamente, nuestras debilidades son deficiencias que sólo dejando a Cristo actuar por medio de su Santo Espíritu pueden superarse, por lo que sólo Él merece la gloria de nuestro crecimiento: nosotros no crecemos por nosotros mismos: Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. (1Corintios 3:7, RV60).

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