sábado, agosto 22, 2009

¿Buscas la excelencia?

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. (Romanos 12:2-3 RV60).

La excelencia no es una meta para la vida como muchos la interpretan, sencillamente es un modo de vivir impulsado por la convicción de que todo lo que hacemos se fundamenta en Cristo.

El apóstol Pablo nos recuerda… Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (Colosenses 3:17 RV60). Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; (Colosenses 3:23RV60).

Para caminar en la ruta de la excelencia, es necesario perder el temor de soñar en alcanzar la altura que Dios ha determinado que podemos alcanzar, creciendo cada día desde la situación real presente, iniciando con los medios y recursos que ya tenemos, dejando que el carácter de Cristo se consolide en nosotros, perseverando con fe en que hemos de alcanzar las metas y la visión de Dios.

La vida puede gastarse en superficialidades que no requieren esfuerzo, navegando en la mediocridad y la indolencia o por el contrario, invertirse en el proyecto de Dios ejercitando el carácter y la disciplina, trabajando, estudiando y produciendo verdaderos frutos consistentemente, alimentando cuerpo, alma y espíritu con el Pan de Vida.

El cristiano, por definición, no puede ser tibio, gris, mediocre… antes bien, se fija metas conforme a la voluntad de Dios que le desafían a crecer y superar sus propias limitaciones renovando constantemente su manera de pensar y actuar. Hemos nacido de nuevo, en nosotros opera el Espíritu de Dios que nos guía a vivir sin temor, con dominio propio, confiando en su poder y en el amor de Dios… El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (Romanos 8:16).

Cuando vivimos conscientes de la presencia de Dios, podemos mantener esa visión de futuro que nos impulsa a crecer y mejorar la calidad de vida… Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre. (Salmos 16:11). Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29:11).

La vida es un paseo diseñado por Dios para elevar nuestro ser a una estatura tal en que podamos convivir con Él eternamente disfrutando de su amor y de su plenitud... Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. (1Corintios 2:9 RV60).