sábado, diciembre 27, 2008

Ante la crisis

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. (Filipenses 4:4-9 RV60)

El mundo está en una crisis real, inevitable, fuera de control, está ocurriendo hoy mismo independientemente de lo que los gobiernos más poderosos de la tierra intentan hacer; hay quiebras de bancos y empresas multinacionales, despidos de millones de personas, catástrofes climáticas, contaminación, daños a la ecología, en fin el mundo cumple con el destino que se ha trazado para sí mismo por la confianza extrema en su propia inteligencia, en los valores y en las intenciones humanas.

A nosotros, sus hijos, Dios nos exhorta a mantener nuestro gozo siempre, en época de bonanza y en época de escasez, en momentos de alegría y momentos de tristeza. Nuestro gozo no depende de las circunstancias, se fundamenta en el poder de la fuerza del Señor. No gozamos por la crisis, tenemos gozo en medio de la crisis, porque tenemos la mente y el corazón cuidados por el poder de Dios, conociendo que Él está en control, que Él está cerca, con nosotros, que Él suplirá todas nuestras necesidades.

Ante cualquier necesidad, nuestra actitud de humildad rindiéndonos a Él, nuestra comunicación con Él en oración, nuestro agradecimiento por lo que Dios nos ha dado son las armas clave para guardar esa paz que sólo Él puede dar.

Cambiar nuestra forma de pensar, renovar nuestro pensamiento adoptando un positivismo basado en Dios, alimentado por los valores del reino de Dios, la verdad, la honestidad, la justicia, la pureza, la amabilidad, lo digno, lo virtuoso, sin contaminarse por los antivalores del mundo, nos llevará por el camino diseñado por Dios y no por la ruta de desgracias, sinsabores y carencias creada por el hombre.

¿Estaríamos en esta crisis si todos le hiciéramos caso a Dios? La respuesta sólo es obvia para los que sabemos que Jesucristo, nuestro Señor es el único que puede ordenar y gobernar este mundo. Sólo podemos comenzar a ordenar el mundo transformando nuestra vida personal y familiar, rindiéndonos a Su voluntad, conociéndole a Él íntimamente, mediante una relación profunda y permanente. Si cada uno le permite a Jesús gobernar, ser el Señor de su vida, se acabarán las causas y terminarán las razones para estar en crisis. ¡Sólo Jesús es suficiente!

sábado, diciembre 20, 2008

Marca la diferencia

Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (2Pedro 1:3-8 RV60)

Marcar la diferencia en el mundo, sólo lo puede hacer un verdadero cristiano, seguir la corriente del mundo lo puede hacer cualquiera.

En nuestra época, sin una relación intensa y continua con el Señor, somos presa fácil de la moda, de las tendencias culturales, de los valores que la sociedad impone, del bombardeo constante de los medios de comunicación, la publicidad y la propaganda de todo tipo y terminamos por acomodarnos ala corriente de este siglo sin diferenciarnos en absoluto de aquéllos a quienes Dios no ha tocado aún con su gracia.

Pero nosotros somos llamados a ser luz en medio de una generación que se ha olvidado de Dios o que usa el nombre de Dios para fines egoístas; somos responsables de implantar los valores verdaderos del reino de Dios en nuestra propia vida, porque nadie da lo que no tiene. Si queremos transmitir la vida que Jesucristo nos ha dado, sólo podemos hacerlo mediante el conocimiento íntimo de Jesús, ya que el que le ve a Él, ha visto al Padre y si lo tenemos a Él tenemos al Padre.

Pero el conocimiento sólo da fruto en la práctica y en el uso diario de ese conocimiento. Sólo la práctica genera un uso natural de las herramientas y de los instrumentos que Dios nos ha dado.

Los músicos, bailarines y cantantes ensayan continuamente, los jugadores y atletas entrenan, los soldados se fortalecen se ejercitan y practican, adquieren destreza en el uso de sus facultades… ¿y los cristianos? ¿Qué hacemos con el armamento que Dios nos ha dado para la lucha espiritual?

Las armas de nuestra milicia no son carnales, tenemos toda la armadura de Dios, tenemos todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual, tenemos la Palabra de Dios, el evangelio, la gracia de Dios, Su misericordia, Su amor, la salvación, la oración, una medida particular de fe para cada uno, dones, talentos, la presencia de Dios mediante su Espíritu, tenemos el camino, la verdad y la vida, tenemos el pan de vida que bajó del cielo ¿qué nos falta para ser testigos de que Jesús el Cristo, el único y verdadero Hijo de Dios es suficiente?

sábado, diciembre 13, 2008

Somos ciudadanos del cielo

Entonces tengamos esa misma actitud todos los que hemos llegado a la madurez. Si en algo piensan diferente, eso también se lo aclarará Dios. En todo caso, sigamos viviendo de acuerdo a la verdad que ya hemos alcanzado. Hermanos, traten todos de imitar lo que yo he hecho. Fíjense en aquellos que siguen nuestro ejemplo. Porque como muchas veces les he dicho, y ahora lo repito llorando, muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo. Ellos viven de una manera que los está llevando a la destrucción. Su religión consiste en complacerse a sí mismos. Presumen de hacer lo que debería darles vergüenza y sólo tienen la mirada puesta en las cosas terrenales. En cambio, nuestra patria está en el cielo y de ahí estamos esperando que venga el Salvador, Nuestro Señor Jesucristo. Cristo va a cambiar nuestro modesto cuerpo para que sea como su propio cuerpo esplendoroso. Eso lo hará por medio del poder que tiene para dominar todas las cosas. (Filipenses 3:15-21 PDT)

Madurar implica cambiar, transformarse, es un proceso que puede llevar un tiempo corto o largo dependiendo del punto de origen y de nuestra docilidad para aceptar la limpieza que Dios hará en nuestra vida. ¿No es agradable tener una vida limpia?

Para cada uno, Dios tiene un camino de maduración y crecimiento, conforme a lo que necesitamos. Ese camino es específico, personal y creado para transformarnos integralmente: espíritu, alma y cuerpo. Dios lo ha diseñado para nuestro gozo.

En todos los casos, la transformación comienza por darnos vida en el espíritu, mediante la presencia de Cristo en nuestros corazones por su Santo Espíritu. Si verdaderamente rendimos nuestra voluntad a Dios, su Espíritu operará realizando una completa metamorfosis de nuestro pensamiento, haciendo que pasemos de tener mentalidad de oruga que se arrastra por la tierra y que sólo piensa en satisfacer su hambre, devorando cuanta cosa encuentra a su paso, a una mente que vuela como mariposa y se alimenta mucho más de la luz que de lo que encuentra en la tierra. Que busca la miel en la creación de Dios, refleja su colorido y transmite alegría.

Pero existe quien no sólo quiere seguir con mente de oruga, buscando en lo terrenal su satisfacción, sino que además se enorgullece y alardea de actuar así. No hay excusa realmente aceptable para tal actitud, porque todos tenemos la medida de fe necesaria para rendirnos al Señor y dejarle actuar, es ahí donde Dios hará la obra por medios disciplinarios, muchas veces a través del dolor, para ablandar y quebrantar los corazones duros.

En cada cristiano, adoptar y asimilar la ciudadanía del cielo significa abandonar la idea de que somos “animales racionales” y adquirir la absoluta seguridad de ser espíritus vivos que tienen un alma en proceso de transformación y un cuerpo que en su momento preciso será abandonado para adquirir otro totalmente puro y sin mancha como corresponde a un hijo de Dios y heredero con Cristo de una eternidad gloriosa.

sábado, diciembre 06, 2008

Alcanzando stisfacción en la vida

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:7-14 RV60)

Dios, nuestro Dios siempre concede nuevas oportunidades, es experto en transformar nuestros fracasos en sus victorias, nuestra tristeza en alegría, nuestro lamento en baile, toma las ruinas de nuestra vida y la restaura, edificándola y elevándola por encima de lo que podemos imaginar.

Tener acceso a su misericordia para renovar nuestra vida no requiere de trabajo y esfuerzo personal, tan sólo se necesita la decisión de olvidar lo que queda atrás y aceptar el llamado de Cristo para rendirnos a Él. Significa literalmente enterrar el pasado, hacer morir en nosotros las metas y valores propios para adoptar los de Jesús.


Siendo honestos con nosotros mismos, ¿se atreverá alguien a decir que tiene metas de mayor trascendencia y más altos valores que el propio Jesucristo? La respuesta es obvia, pero la naturaleza humana, muy viva en cada uno, se resiste a renunciar al control de las decisiones para ceder el trono de nuestra vida al único que lo merece.

Queremos ser llenos, colmados, satisfechos, siempre queremos algo más, alguien más, necesitamos ser y sentirnos amados, aceptados, pertenecer a alguien… y por más esfuerzo personal que hacemos, cada vez que alcanzamos la meta, vemos con desaliento que al otro lado de la cima, la pendiente es hacia abajo, entonces nos ponemos otra y otra y otra meta, sin descanso ni respiro con la esperanza de alcanzar esa llenura.

Eclesiastés 3:9-14 nos dice: ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.

Nuestra necesidad de satisfacción ha sido puesta por Dios en el corazón de cada persona y sólo puede ser satisfecha por Cristo en su plan perfecto para la vida de cada uno ¡no hay otra forma de alcanzar la plenitud y la satisfacción de vivir!

sábado, noviembre 29, 2008

Jesús transforma la conducta personal

Hagan todo sin quejarse y sin discutir. Así serán hijos de Dios, limpios y sin falta viviendo entre gente perversa y mala. De esa forma brillarán entre ellos como estrellas en un mundo de oscuridad. Ustedes les están ofreciendo un mensaje de vida. Así, cuando Cristo regrese, tendré el gusto de hablar bien de ustedes y podré decir que mi lucha y trabajo por ustedes valió la pena. Es posible que tenga que dar mi vida para completar el sacrificio que ustedes hacen por su fe. Lo haré con alegría y compartiré esa alegría con todos ustedes. Alégrense también conmigo y compartan mi alegría. (Filipenses 2:14-18 PDT)

En nuestra época y en nuestro mundo, el éxito y la calidad de vida de una persona tienen diversas medidas, algunos los miden por el dinero, otros por la comodidad, más de alguno por sus logros alcanzados en la profesión, en los deportes, en su empleo e incluso en el reconocimiento por su entrega al servicio y no pocos los valoran por la cantidad y naturaleza de sus posesiones materiales.

En el reino de Dios, la vida adquiere calidad en la medida en que nuestro espíritu se acerca a Cristo. Entre más distante está nuestro corazón del corazón de Dios, más lejos está de reflejar la luz de Jesús. El éxito es permanecer en Él.

Ningún cristiano brilla con luz propia; así como la luna refleja la luz del sol, los hijos de Dios resplandecemos sobre las tinieblas con Su luz, esa misma luz que Saulo, el orgulloso fariseo, doctor de la Ley y perseguidor de la iglesia de Jesús, vio más brillante que el sol mismo al momento de su encuentro con el Señor. La profundidad de ese encuentro transformó a Saulo en Pablo, en el apóstol de los gentiles, escritor de la mayor parte del Nuevo Testamento y un cristiano que consideró todos los logros personales de su vida como basura comparado con la grandeza de alcanzar a Cristo.

La relación íntima con el Señor Jesús, produce en nosotros un fruto, un producto delicioso de comer y que lleva en sí la semilla para producir más fruto. El resultado es la transformación de nuestro ser cambiando nuestra conducta. Cuando Cristo verdaderamente reina, gobierna y es el Señor de nuestra vida, nos transforma regalándonos sus mejores atributos, para que seamos personas apacibles, respetuosas, amables, agradecidas, amorosas, compasivas, misericordiosas, pacientes, benignas, bondadosas, fieles, mansas, humildes, íntegras, firmes, valientes, siempre gozosas, en pocas palabras nos va haciendo crecer hasta la estatura de Su plenitud.

No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? (Lucas 6:43-46 RV60)

sábado, noviembre 22, 2008

El querer y hacer de Dios

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:12-13 RV60)

El “hacer” que procede de Dios se distingue de cualquier otro impulso interior o personal porque tiene su origen en la operación del poder del Espíritu Santo, es ese mismo poder que levantó a Jesús del sepulcro, el mismo poder que separó las tinieblas de la luz al principio del Génesis.

Las acciones originadas en el poder divino actuando en nuestra vida, no pueden ser detenidas o desviadas, cumplirán su propósito y terminarán la obra que Dios se ha propuesto realizar. Sólo las actividades generadas de esta manera tendrán un efecto perdurable y conforme a la voluntad de Dios.


Todos los hijos de Dios sabemos, cuando actuamos, si lo que hemos hecho complace o desagrada a Dios (no hay término medio), pero ese conocimiento no viene de nosotros mismos, es consecuencia del mismo poder de su Santo Espíritu actuando en nosotros. Del mismo modo, la paz de la que gozamos aún transitando por circunstancias adversas y desagradables en la vida, no viene de nosotros mismos, es el poder de su Espíritu en plena acción.

La debilidad o carencia del conocimiento íntimo de Dios en nuestro tiempo, ha deteriorado la práctica de nuestros valores espirituales. Hemos desechado mucho del respeto a la dignidad de los ancianos, la honra a los padres y la consideración a los demás. Hemos olvidado que el amar al prójimo no es opcional sino una necesidad que Cristo ha puesto en nosotros para usarnos atrayendo a otros hacia Él. Nadie será atraído a Cristo por ti o por mí si no somos capaces de demostrar Su amor.

Dios, en su inmensa sabiduría, conociendo que somos humanamente incapaces de satisfacer a plenitud su voluntad y que el principal oponente de Dios en cada ser humano es el mismo “YO” de cada uno, por su amor decidió concedernos la presencia constante de su Santo Espíritu para que de primera mano, sin intermediarios, conozcamos su voluntad, tengamos el deseo de cumplirla y el poder para realizarla en cada momento de nuestra existencia en la tierra. La única forma de vivir una vida de excelencia es fundamentarla en Cristo porque es necesario que él crezca, pero que yo mengüe. El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos (Juan 3:30-31 RV60).

sábado, noviembre 15, 2008

Las obras que Dios preparó

El Señor ha dictado esta sentencia: "Ay de los hijos rebeldes que ejecutan planes que no son míos, que hacen alianzas contrarias a mi Espíritu, que amontonan pecado sobre pecado, (Isaías 30:1 NVI).

Pero los planes del Señor quedan firmes para siempre; los designios de su mente son eternos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que escogió por su heredad. (Salmos 33:11-12 NVI).

Sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6), también sabemos que la fe sin obras está muerta (Santiago 2:20-26).

Esto tiene varias implicaciones: toda obra que agrada a Dios proviene de una verdadera fe y todas las demás obras, que no provienen de esa fe, son desagradables para Dios.

¿Será posible agradar a Dios sin obras?, la Biblia dice que no, puesto que una fe sin obras está muerta, sólo está viva la fe que produce las obras que Dios quiere. Él ya preparó todas las obras deberíamos realizar según sus planes. Al respecto, Jesús manifiesta una verdad impresionante en Juan 14:12: De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. (RV 60). Notemos que primero hemos de creer en Jesús, de lo contrario nuestras acciones carecen de valor.

¿Las obras me salvarán?, la Biblia dice que no, las obras no sirven para salvación; es imposible comprar el regalo que Dios ya nos dio, pero eso no implica que los hijos de Dios nos sentaremos a esperar a que Cristo venga sin hacer nada, por el contrario, el amor de Jesús, el agradecimiento por la vida que nos ha regalado y la guía del Espíritu Santo en nosotros, nos inspirarán a renovar nuestra mente y transformarnos en verdaderos hacedores de la Palabra y no tan solo oidores, motivándonos a querer y a hacer sus obras, dejando de engañarnos a nosotros mismos con planes que no agradan a Dios: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:8-10 RV60).

La Iglesia es el instrumento que Dios ha edificado para realizar su obra, no las obras del mundo, sino las de Dios. La congregación está llamada a identificar, planificar y ejecutar la misión que Dios le ha encomendado con el amor, la sabiduría y diligencia con que Jesús realizó su ministerio. El Espíritu Santo inspira en cada creyente mediante una relación continua con Dios, los motivos y razones para tomar las decisiones y acciones correctas en cada instante de la vida. Sólo siguiendo el plan de Dios, de forma individual y colectiva, el éxito total está garantizado, lo contrario significa fracaso y frustración.

sábado, noviembre 08, 2008

Nadie te ama más que Dios

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:5-11 RV60)

Lo contrario del amor, no es el odio, eso sería reducir al amor a un simple sentimiento, el mayor rival del amor es el egoísmo, es la deificación de nosotros mismos por encima del Dios verdadero, es esa capacidad del ser humano de colocarse a sí mismo en el pedestal que le corresponde sólo a Dios.

Dios es amor, y lo expresa de una manera sublime cuando Jesús se despojó de su propia deidad, para humillarse, para entregarse al sufrimiento y pagar con su vida, en nuestro lugar, toda nuestra deuda. Vemos que el amor de Dios es concreto, no se queda en palabras vacías o en retórica, se convierte en acciones reales y efectivas, que glorifican al mismo Padre Celestial.

Los hijos de Dios, por medio del Espíritu Santo obrando en nosotros, hemos de sentir esa necesidad que hubo en Cristo de despojarnos de nosotros mismos; Él, siendo auténticamente Dios decidió no aferrarse a todo su poder y gloria; con mayor razón nosotros habremos de desarraigarnos de todo lo que consideramos valioso y que equivocadamente nos da identidad, como las cosas que tenemos, las que hacemos y los logros que nos dan gloria y envanecen. Al morir a nuestros propios deseos y razones, al doblar las rodillas de nuestro orgullo, podemos rendir nuestra voluntad y ciertamente no recibiremos la exaltación de los hombres, pero tendremos la estima y gloria que Dios da a sus verdaderos hijos.

Si nuestro amor al prójimo, a nuestro cónyuge, hijos, familiares, amigos, conocidos, extraños y enemigos, verdaderamente está fundamentado en el amor de Dios, si es fruto de su Espíritu en nuestra vida, ese amor será como nos lo dice Pablo en su primera carta a los Corintios: El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. (1Corintios 13:4-7 RV60).

sábado, noviembre 01, 2008

Equilibrio personal en Cristo

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. (Filipenses 2:1-4 RV60)

Dios nos exhorta a mantener la unidad entre nosotros, viviendo, pensando y sintiendo lo mismo. En realidad, viviendo en el Espíritu es la única forma en que los seres humanos nos pondremos de acuerdo; puesto que cada cabeza es un mundo, sólo adoptando la mente de Cristo (y desechando la nuestra) podemos llegar a la unidad perfecta.

Cuando nuestros sentimientos son tan intensos que definen y controlan nuestros actos o por el contrario, cuando estamos tan apegados a la razón, que perdemos toda sensibilidad y emoción, no hay duda que tenemos un serio desequilibrio de personalidad que no es más que un síntoma del gobierno de nuestra carne sobre el espíritu. Ante cualquiera de estas situaciones podemos tomar algunas medidas que nos permiten retornar a un equilibrio sano y gobernar nuestra vida dentro de la voluntad de Dios:
  • Conoce tus propias emociones y pensamientos. Evalúa su impacto en tu vida y en la de las personas que se relacionan contigo: Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. (Romanos 14:7).
  • Cambia tus emociones y raciocinios incorrectos, rinde tus sentimientos y pensamientos al control y renovación que el Espíritu Santo quiere hacer en cada uno de los hijos de Dios: y renovaos en el espíritu de vuestra mente, (Efesios 4:23).
  • Haz del Señor tu motivo primario para vivir, acepta depender siempre de Él antes que de ti mismo, de tus emociones o de tus pensamientos: Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. (Romanos 14-8).
  • Valora las emociones y razones de los demás, decide desarrollar empatía con los que te rodean: Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. (Romanos 12:15).
  • Mantén buenas relaciones con todos, aún a costa de tu comodidad y deseos personales: Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. (Romanos 12:18) Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. (Lucas 6:31).

sábado, octubre 25, 2008

La obras que produce la Fe

¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?
¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?
Como está escrito:
¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz,
de los que anuncian buenas nuevas!
(Romanos 10:14-15 RV60)

El Señor Jesús planteó por boca del apóstol Pablo estas preguntas, que hoy día tienen la misma vigencia que hace casi dos mil años. La respuesta, la única respuesta posible es Cristo mismo, el Señor Jesús, quien obrando en la vida personal de cada hijo de Dios es suficiente para atraer a todos hacia Él.

La intención de Dios es que respondamos decididamente y sinceramente hacia nuestro interior si realmente vivimos en Él; valdría la pena replantearse las mismas preguntas parafraseándolas en lo personal:

¿Cómo pues invocarán a Jesús si no le pueden creer porque no lo ven en mí?
¿Y cómo creerán en Jesús si ni siquiera lo he mencionado?
¿Y cómo oirán el mensaje de Jesús si nunca se los he dado?
¿Y cómo voy a dar Su mensaje si nunca busco a los que lo necesitan?

La escritura es vida, está hecha para vivirla cada día; el simple ejercicio racional de entenderla no basta, la Palabra de Dios es viva y eficaz, corta como espada, discierne los pensamientos y las intenciones del corazón, nos confronta con nuestra propia realidad.

Jesús nos dice Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. (Juan 15:3-4 RV60).

Todos los seres humanos tomamos cientos de decisiones día a día, la dificultad de una decisión no es tomarla, el problema es sostenerla. Quien ha tomado su decisión por Cristo tiene el mismo reto: permanecer en Él, porque sólo así Jesús será visible en nosotros y podremos predicar con hechos, como dice Santiago, mostraremos nuestra fe por nuestras obras, las que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas, porque la fe sin estas obras es muerta.

sábado, octubre 18, 2008

Dejando que Cristo se vea en tu vida

Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. (RV 60 Filipenses 1:19-24)

Para nosotros los cristianos, es ciertísimo que no somos aún lo que deberíamos ser, pero es igualmente cierto que por la gracia de Dios, ya no somos lo que antes fuimos. Dios ha diseñado un plan de transformación y crecimiento maravilloso para cada uno y Él mismo se encarga de motivarnos y guiarnos para que nos beneficiemos al máximo de su gracia.

Si nos encontramos en este mundo, es porque el propósito de Dios aún debe cumplirse en nuestra vida. Dice Eclesiastés 3:11: Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Dios ha diseñado esta vida para que descubramos lo que no alcanzamos a ver, para que por medio de la fe y de permanecer en Él, su Espíritu produzca en nuestra vida, fruto de Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe, Mansedumbre y Templanza.

Dios está formando el carácter de Cristo en cada uno de sus hijos, está cambiando a diario nuestro estilo de vida y no cesará hasta completar la obra. La transformación es personal y dirigida. Cada uno de nosotros habrá de predicar, por amor y con los hechos de su vida, un evangelio concreto y efectivo, la buena noticia para aquéllos que necesitan de Dios aún sin saberlo: Dios te ama a ti y te quiere con Él para siempre.

Si recomendamos a un buen mecánico, a un buen trabajador o un buen restaurante, ¿por qué no recomendamos por medio de nuestra propia experiencia al mejor en todo?: el mejor amigo, el mejor médico, el mejor abogado, el mejor ingeniero, el mejor padre, el mejor hijo, el mejor hermano, el mejor esposo, el único digno de confianza, el único fiel, justo y verdadero. Es hora de permitir que Cristo, Jesús, lo único bueno que hay en ti y en mí se vea, resplandezca y toque los corazones de todas las personas que Dios pone día a día a nuestro alrededor, sólo así seremos verdaderamente luz del mundo y sal de la tierra.

sábado, octubre 11, 2008

Dios perfeccionará su obra en sus hijos

Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. (RV60 Filipenses 1:3-7)

El día en que por gracia de Dios tomamos nuestra decisión por Jesucristo, Dios inició su buena obra en nuestra vida, es un trabajo de amor que continuará durante toda nuestra existencia y que tiene una meta definida: la estatura de la plenitud de Cristo. Es importante reconocer que es Dios quien, obrando en nosotros, dándonos el querer y el hacer, nos va guiando mediante el poder del Espíritu Santo en su camino, enderezando nuestras veredas y volviendo nuestros pasos cuando nos desviamos.

Todo aquello que hacemos en Cristo, es parte de lo que Dios preparó de antemano para que fuera realizado conforme a su voluntad, pero lo que hacemos en nuestras propias fuerzas, negándole a Jesús actuar a través nuestro, son trapos de inmundicia. Ciertamente, aún aquellas obras que decidimos realizar según nuestro criterio, sin tomar en cuenta a Dios y que consideramos buenas, realmente son inútiles y más bien constituyen un engaño que nos hace creer en nuestra propia bondad alimentando más nuestro ego.

Sólo cuando Cristo vive y actúa a través de mi o tu vida, la obra satisface al Padre. Jesús lo dijo así: separados de mí, nada podéis hacer. Permaneciendo en Cristo todo es posible y si su palabra permanece en nosotros dará fruto, un fruto agradable a Dios.

Pablo demuestra, estando en prisión al escribir su epístola a los Filipenses, que en su espíritu existe un gozo que se fundamenta en una relación personal con el Señor. Una relación que le permite amar a sus hermanos, proclamar y reafirmar el evangelio, teniendo la seguridad de la obra de Dios en su vida y en la de todos aquéllos que participan de la gracia.Sólo hay una cosa que podemos hacer para agradar a Dios: rendirnos enteramente y sin objeciones a su voluntad, dejar que sea Él el que conduzca nuestra vida y no estorbarle tratando de ayudarle.