sábado, agosto 29, 2009

Estamos en guerra...

Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. (Romanos 7:21-23 RV60)

Cuando escuchamos hablar de guerra espiritual, es fácil recordar las imágenes de películas que tratan sobre posesiones diabólicas, exorcismos, satanismo y muchas otras manifestaciones del reino de las tinieblas. Sin menospreciar o subestimar las incidencias de hechos como éstos, experimentados por algunas personas en la realidad, debemos decir que Satanás y sus huestes, emplean frecuentemente, medios muchísimo más modernos, populares y sutiles para generar un conflicto que, en nuestra mente, nos inclina hacia su dominio aprovechándose de esa ley del pecado inherente a la naturaleza humana.

Nuestro Señor Jesucristo por medio de la cruz obtuvo ya la victoria en el mundo espiritual, por tanto nuestro involucramiento en la guerra espiritual no persigue vencer, Él, nuestro Señor, ya venció. En esta guerra en que libramos batallas diarias en la mente de cada cristiano, el reino de las tinieblas intenta avanzar para dejar sin efecto el reino de Dios induciéndonos a la culpabilidad, al temor, la desesperanza, el egoísmo, la falta de fe… en fin a errar de nuevo, a pecar para que nosotros mismos decidamos abandonar la vida abundante que sólo permaneciendo en Cristo se puede vivir.

Aún cuando nuestra salvación como cristianos, nacidos de nuevo como hijos adoptivos de Dios no está en tela de juicio, Satanás intenta por todos los medios robarnos el gozo de vivir en la presencia de Dios. Jesús nos dice: El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10:10 RV60). Satanás no puede robar nuestra salvación pero hará lo imposible para que no la disfrutemos y para impedir que se conozca el testimonio, las buenas nuevas de salvación, que hemos de dar para que otros sean atraídos al Señor.

La guerra espiritual no es opcional, todos estamos en ella, cada decisión en nuestra existencia nos acerca a uno de los dos reinos en conflicto, o vivimos en la presencia de Dios o abrimos puertas dando derechos a Satanás para ejercer influencia y dominio sobre nuestra vida. Lo grave de esta situación es que permitimos al enemigo impedir el avance del Reino de Dios recuperando un territorio por el cual Cristo ya pagó con creces.

¿Y qué podemos hacer? Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. (1Pedro 5:8-9 RV60). Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. (Mateo 26:41 RV60). Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. (Santiago 4:7 RV60).

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, (2Corintios 10:3-5 RV60).

sábado, agosto 22, 2009

¿Buscas la excelencia?

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. (Romanos 12:2-3 RV60).

La excelencia no es una meta para la vida como muchos la interpretan, sencillamente es un modo de vivir impulsado por la convicción de que todo lo que hacemos se fundamenta en Cristo.

El apóstol Pablo nos recuerda… Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (Colosenses 3:17 RV60). Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; (Colosenses 3:23RV60).

Para caminar en la ruta de la excelencia, es necesario perder el temor de soñar en alcanzar la altura que Dios ha determinado que podemos alcanzar, creciendo cada día desde la situación real presente, iniciando con los medios y recursos que ya tenemos, dejando que el carácter de Cristo se consolide en nosotros, perseverando con fe en que hemos de alcanzar las metas y la visión de Dios.

La vida puede gastarse en superficialidades que no requieren esfuerzo, navegando en la mediocridad y la indolencia o por el contrario, invertirse en el proyecto de Dios ejercitando el carácter y la disciplina, trabajando, estudiando y produciendo verdaderos frutos consistentemente, alimentando cuerpo, alma y espíritu con el Pan de Vida.

El cristiano, por definición, no puede ser tibio, gris, mediocre… antes bien, se fija metas conforme a la voluntad de Dios que le desafían a crecer y superar sus propias limitaciones renovando constantemente su manera de pensar y actuar. Hemos nacido de nuevo, en nosotros opera el Espíritu de Dios que nos guía a vivir sin temor, con dominio propio, confiando en su poder y en el amor de Dios… El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (Romanos 8:16).

Cuando vivimos conscientes de la presencia de Dios, podemos mantener esa visión de futuro que nos impulsa a crecer y mejorar la calidad de vida… Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre. (Salmos 16:11). Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29:11).

La vida es un paseo diseñado por Dios para elevar nuestro ser a una estatura tal en que podamos convivir con Él eternamente disfrutando de su amor y de su plenitud... Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. (1Corintios 2:9 RV60).

sábado, agosto 01, 2009

Fundamentando mis acciones

Y así como tuve cuidado de ellos para arrancar y derribar, y trastornar y perder y afligir, tendré cuidado de ellos para edificar y plantar, dice Jehová. (Jeremías 31:28 RV60).

Para todo aquel que siente su vida dañada total o parcialmente, Dios, tiene la solución y un propósito, por lo que nos conduce a derribar todo obstáculo que se interponga entre Él y nosotros, para que cimentados en Cristo, tengamos una vida abundante y una relación estrecha con Él como sus hijos.

La iniciativa ha sido de Él: Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (2Corintios 5:18-19 RV60).

No es posible tener esa paz en la vida, que nos capacita para enfrentar cualquier situación con valor, tranquilidad y decisión, sin estar en armonía con Dios mediante la guía cercana de su Santo Espíritu. El propósito de Dios no es resolver nuestros problemas, su propósito es tener una convivencia diaria, constante con sus hijos basada en su amor; las soluciones vienen como añadidura. Estar en paz con Dios es fundamental para una vida plena… Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él. (Proverbios 16:7 RV60).

Para restaurar cualquier parte dañada de nuestra vida, es necesario descansar en los medios y caminos de Dios y no en nuestros propios conocimientos, experiencia y criterios. El apóstol Pablo recoge la manera precisa de hacerlo:

 Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha. (1Corintios 13:1-3 LBLA).

Es bueno filtrar todo nuestro proceder por medio de la visión de Dios, observar nuestra vida desde Su perspectiva. A Dios le estorban y desagradan las acciones humanas que no se basan en Su amor, por buenas que parezcan. Lo que no está edificado en Cristo, no tiene valor; así que la única motivación correcta para actuar es el amor de Dios, que se concretiza en nosotros por medio de la aceptación, por fe, de la gracia de nuestro Señor Jesucristo que nos dio la salvación que... No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada; pues es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, siguiendo el camino que él nos había preparado de antemano. (Efesios 2:9-10 DHH).