sábado, enero 29, 2011

Hijos de Dios

Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. (Gálatas 4:3-7, RV60)

Las deformaciones históricas de la palabra de Dios, que a través de los años se nos han impuesto mediante la tradición y doctrinas extrañas, tratan a todos los seres humanos como hijos de Dios.

La realidad es que la palabra de Dios es explícita al respecto y no admite dudas, sólo los que hemos recibido la adopción por medio de la fe en Jesucristo y de la confesión de nuestra aceptación de su señorío, somos verdaderamente hijos de Dios.

Y es que adoptar a un hijo es un hecho completamente voluntario, es una decisión de amor. Cuando una pareja o una persona decide adoptar, adquiere el compromiso de dar a esa criatura, todas los derechos que como hijo le corresponden: formación, educación, tiempo, calidad de vida… incluso le provee de un nuevo nombre, de una identidad que le garantiza la pertenencia a esa familia.

Una de las necesidades primarias del ser humano es satisfacer su sentido de pertenencia, por ello, Dios nos ha dado, en Cristo, una nueva identidad, nos ha recibido en su familia.

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. (Efesios 2:19-22, RV60).

El amor de Dios es tan grande que habiendo sido “enemigos de Dios”, habiendo estado “muertos en nuestros delitos y pecados”, él no escatimó el precio que tuvo que pagar para otorgarnos el derecho de ser “hermanos” de Jesucristo; por su gracia nos concede el privilegio de sentarnos con Cristo en los lugares celestiales y nos bendice “con toda bendición espiritual”.

La sangre de Jesús y su muerte en la cruz son el precio de nuestra libertad y el único camino para vivir en la verdad. Sólo los que reconocemos a Jesús como Señor somos sus hijos.

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. (1Juan 3:1-2, RV60)

sábado, enero 15, 2011

Saliendo del anonimato

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10, RV60a).

Lo más triste que puede pasarle a una persona es pasar por esta vida sin encontrar el propósito por el cual Dios le otorgó el privilegio de nacer y vivir.

Dios quiere que busquemos ese propósito y lo realicemos, y Él está dispuesto a enterarnos cuanto antes: Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. (Jeremías 33:3, RV60). Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. (Isaías 65:24, RV60).

El Señor se tomó el trabajo de escribir la guía fundamental para que vivamos y alcancemos los objetivos que sustentan nuestra existencia: Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. (1Juan 5:13-14, RV60).

Sabemos por lo escritura misma que el que busca encuentra y que el que pide recibe, en tanto se mantenga dentro de los límites que impone la voluntad de Dios. Para el cristiano genuino, vivir conforme al propósito de Dios es una necesidad que viene de lo más profundo de nuestro ser.

Dios nos ha equipado con toda bendición espiritual, juntamente con los talentos y dones que cada uno requerirá, sabiendo que todas las cosas nos ayudarán a bien, para realizar los objetivos de nuestro llamado personal.

Sería horriblemente triste no ser más que un “fulano”, un “anónimo” que no dejó huella con su vida en la vida de nadie más, simplemente porque no buscó el camino que Dios le había preparado con tanto amor. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. (Efesios 5:14-17, RV60).

Ni tú ni yo nacimos por accidente o por capricho, ni siquiera por decisión de nuestros padres; nacimos porque Dios decidió otorgarnos el privilegio de existir para regalarnos una vida colmada de su propio ser, dejando de ser simples criaturas y adoptarnos como hijos, por medio de la fe en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, para que, en todo lo que somos y hacemos, sea Dios glorificado.

¡Ay del que contiende con su Hacedor, Como tiesto entre los tiestos de barro! ¿Dirá el barro al alfarero: Qué haces, o: Tu vasija no tiene asas? ¡Ay del que le dice al padre: ¿Por qué engendras?, o a la mujer: ¿Por qué das a luz? Así dice YHVH, el Santo de Israel, su Formador: ¿Me pediréis cuenta de mis hijos, Me daréis órdenes de la obra de mis manos? Yo hice la tierra y creé sobre ella al hombre. Yo extendí los cielos con mis propias manos, Y Yo soy el que da órdenes a todo su ejército. Yo lo he suscitado para la victoria, y allanaré todos sus caminos; Él reconstruirá mi ciudad, y libertará a mis desterrados, Sin precio ni soborno, dice YHVH Sebaot. (Isaías 45:9-13, BTX).

sábado, enero 08, 2011

¿Estar o ser agradecido?

Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (Efesios 5:15-20, RV60)

El agradecimiento a Dios por la vida que nos ha dado es mucho más que un simple “gracias”.

No es igual estar agradecido que ser agradecido. Estar agradecido con alguien, es un sentimiento que nos impulsa a retribuir de alguna manera a quien nos ha dado algún beneficio.

Ciertamente aún el ser humano natural, antes de reconocer a Cristo como Señor, tiene la capacidad de agradecer lo que ocasionalmente recibe como regalo.

Ser agradecido es una actitud que fluye de nuestro interior siempre. Es un estilo permanente de vida que se sustenta en valorar todo lo que somos y tenemos como un regalo de Dios.

Los que hemos sido llamados a ser hijos de Dios por medio de Jesucristo, estamos siendo transformados a la imagen de Jesús, lo que significa vivir en completa y total dependencia de nuestro Padre, reconociendo que Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. (Santiago 1:17, RV60)

A Dios le debemos cuerpo, alma y espíritu. A Dios debemos la vida y el mundo natural, por Él vemos, oímos, respiramos, tenemos alimentación, vestido, vivienda, trabajo e ingresos.

Pero Él no se conformó con darnos sólo eso: Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. (Juan 6:33-35, RV60).

Para muchos comenzar un año significa renovar propósitos y pasar la página para comenzar a escribir una nueva historia. Pero es bueno recordar que hasta aquí nos ayudó el Señor, que su misericordia ha sido nueva y efectiva cada mañana, que no se ha apartado de nosotros como lo prometió.

Es necesario tener siempre presente que es Cristo quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder y que ¡Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo…!

Dios ha hablado por su Hijo Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. (Hebreos 1:1-4, RV60a)