sábado, diciembre 27, 2008

Ante la crisis

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. (Filipenses 4:4-9 RV60)

El mundo está en una crisis real, inevitable, fuera de control, está ocurriendo hoy mismo independientemente de lo que los gobiernos más poderosos de la tierra intentan hacer; hay quiebras de bancos y empresas multinacionales, despidos de millones de personas, catástrofes climáticas, contaminación, daños a la ecología, en fin el mundo cumple con el destino que se ha trazado para sí mismo por la confianza extrema en su propia inteligencia, en los valores y en las intenciones humanas.

A nosotros, sus hijos, Dios nos exhorta a mantener nuestro gozo siempre, en época de bonanza y en época de escasez, en momentos de alegría y momentos de tristeza. Nuestro gozo no depende de las circunstancias, se fundamenta en el poder de la fuerza del Señor. No gozamos por la crisis, tenemos gozo en medio de la crisis, porque tenemos la mente y el corazón cuidados por el poder de Dios, conociendo que Él está en control, que Él está cerca, con nosotros, que Él suplirá todas nuestras necesidades.

Ante cualquier necesidad, nuestra actitud de humildad rindiéndonos a Él, nuestra comunicación con Él en oración, nuestro agradecimiento por lo que Dios nos ha dado son las armas clave para guardar esa paz que sólo Él puede dar.

Cambiar nuestra forma de pensar, renovar nuestro pensamiento adoptando un positivismo basado en Dios, alimentado por los valores del reino de Dios, la verdad, la honestidad, la justicia, la pureza, la amabilidad, lo digno, lo virtuoso, sin contaminarse por los antivalores del mundo, nos llevará por el camino diseñado por Dios y no por la ruta de desgracias, sinsabores y carencias creada por el hombre.

¿Estaríamos en esta crisis si todos le hiciéramos caso a Dios? La respuesta sólo es obvia para los que sabemos que Jesucristo, nuestro Señor es el único que puede ordenar y gobernar este mundo. Sólo podemos comenzar a ordenar el mundo transformando nuestra vida personal y familiar, rindiéndonos a Su voluntad, conociéndole a Él íntimamente, mediante una relación profunda y permanente. Si cada uno le permite a Jesús gobernar, ser el Señor de su vida, se acabarán las causas y terminarán las razones para estar en crisis. ¡Sólo Jesús es suficiente!

sábado, diciembre 20, 2008

Marca la diferencia

Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (2Pedro 1:3-8 RV60)

Marcar la diferencia en el mundo, sólo lo puede hacer un verdadero cristiano, seguir la corriente del mundo lo puede hacer cualquiera.

En nuestra época, sin una relación intensa y continua con el Señor, somos presa fácil de la moda, de las tendencias culturales, de los valores que la sociedad impone, del bombardeo constante de los medios de comunicación, la publicidad y la propaganda de todo tipo y terminamos por acomodarnos ala corriente de este siglo sin diferenciarnos en absoluto de aquéllos a quienes Dios no ha tocado aún con su gracia.

Pero nosotros somos llamados a ser luz en medio de una generación que se ha olvidado de Dios o que usa el nombre de Dios para fines egoístas; somos responsables de implantar los valores verdaderos del reino de Dios en nuestra propia vida, porque nadie da lo que no tiene. Si queremos transmitir la vida que Jesucristo nos ha dado, sólo podemos hacerlo mediante el conocimiento íntimo de Jesús, ya que el que le ve a Él, ha visto al Padre y si lo tenemos a Él tenemos al Padre.

Pero el conocimiento sólo da fruto en la práctica y en el uso diario de ese conocimiento. Sólo la práctica genera un uso natural de las herramientas y de los instrumentos que Dios nos ha dado.

Los músicos, bailarines y cantantes ensayan continuamente, los jugadores y atletas entrenan, los soldados se fortalecen se ejercitan y practican, adquieren destreza en el uso de sus facultades… ¿y los cristianos? ¿Qué hacemos con el armamento que Dios nos ha dado para la lucha espiritual?

Las armas de nuestra milicia no son carnales, tenemos toda la armadura de Dios, tenemos todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual, tenemos la Palabra de Dios, el evangelio, la gracia de Dios, Su misericordia, Su amor, la salvación, la oración, una medida particular de fe para cada uno, dones, talentos, la presencia de Dios mediante su Espíritu, tenemos el camino, la verdad y la vida, tenemos el pan de vida que bajó del cielo ¿qué nos falta para ser testigos de que Jesús el Cristo, el único y verdadero Hijo de Dios es suficiente?

sábado, diciembre 13, 2008

Somos ciudadanos del cielo

Entonces tengamos esa misma actitud todos los que hemos llegado a la madurez. Si en algo piensan diferente, eso también se lo aclarará Dios. En todo caso, sigamos viviendo de acuerdo a la verdad que ya hemos alcanzado. Hermanos, traten todos de imitar lo que yo he hecho. Fíjense en aquellos que siguen nuestro ejemplo. Porque como muchas veces les he dicho, y ahora lo repito llorando, muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo. Ellos viven de una manera que los está llevando a la destrucción. Su religión consiste en complacerse a sí mismos. Presumen de hacer lo que debería darles vergüenza y sólo tienen la mirada puesta en las cosas terrenales. En cambio, nuestra patria está en el cielo y de ahí estamos esperando que venga el Salvador, Nuestro Señor Jesucristo. Cristo va a cambiar nuestro modesto cuerpo para que sea como su propio cuerpo esplendoroso. Eso lo hará por medio del poder que tiene para dominar todas las cosas. (Filipenses 3:15-21 PDT)

Madurar implica cambiar, transformarse, es un proceso que puede llevar un tiempo corto o largo dependiendo del punto de origen y de nuestra docilidad para aceptar la limpieza que Dios hará en nuestra vida. ¿No es agradable tener una vida limpia?

Para cada uno, Dios tiene un camino de maduración y crecimiento, conforme a lo que necesitamos. Ese camino es específico, personal y creado para transformarnos integralmente: espíritu, alma y cuerpo. Dios lo ha diseñado para nuestro gozo.

En todos los casos, la transformación comienza por darnos vida en el espíritu, mediante la presencia de Cristo en nuestros corazones por su Santo Espíritu. Si verdaderamente rendimos nuestra voluntad a Dios, su Espíritu operará realizando una completa metamorfosis de nuestro pensamiento, haciendo que pasemos de tener mentalidad de oruga que se arrastra por la tierra y que sólo piensa en satisfacer su hambre, devorando cuanta cosa encuentra a su paso, a una mente que vuela como mariposa y se alimenta mucho más de la luz que de lo que encuentra en la tierra. Que busca la miel en la creación de Dios, refleja su colorido y transmite alegría.

Pero existe quien no sólo quiere seguir con mente de oruga, buscando en lo terrenal su satisfacción, sino que además se enorgullece y alardea de actuar así. No hay excusa realmente aceptable para tal actitud, porque todos tenemos la medida de fe necesaria para rendirnos al Señor y dejarle actuar, es ahí donde Dios hará la obra por medios disciplinarios, muchas veces a través del dolor, para ablandar y quebrantar los corazones duros.

En cada cristiano, adoptar y asimilar la ciudadanía del cielo significa abandonar la idea de que somos “animales racionales” y adquirir la absoluta seguridad de ser espíritus vivos que tienen un alma en proceso de transformación y un cuerpo que en su momento preciso será abandonado para adquirir otro totalmente puro y sin mancha como corresponde a un hijo de Dios y heredero con Cristo de una eternidad gloriosa.

sábado, diciembre 06, 2008

Alcanzando stisfacción en la vida

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:7-14 RV60)

Dios, nuestro Dios siempre concede nuevas oportunidades, es experto en transformar nuestros fracasos en sus victorias, nuestra tristeza en alegría, nuestro lamento en baile, toma las ruinas de nuestra vida y la restaura, edificándola y elevándola por encima de lo que podemos imaginar.

Tener acceso a su misericordia para renovar nuestra vida no requiere de trabajo y esfuerzo personal, tan sólo se necesita la decisión de olvidar lo que queda atrás y aceptar el llamado de Cristo para rendirnos a Él. Significa literalmente enterrar el pasado, hacer morir en nosotros las metas y valores propios para adoptar los de Jesús.


Siendo honestos con nosotros mismos, ¿se atreverá alguien a decir que tiene metas de mayor trascendencia y más altos valores que el propio Jesucristo? La respuesta es obvia, pero la naturaleza humana, muy viva en cada uno, se resiste a renunciar al control de las decisiones para ceder el trono de nuestra vida al único que lo merece.

Queremos ser llenos, colmados, satisfechos, siempre queremos algo más, alguien más, necesitamos ser y sentirnos amados, aceptados, pertenecer a alguien… y por más esfuerzo personal que hacemos, cada vez que alcanzamos la meta, vemos con desaliento que al otro lado de la cima, la pendiente es hacia abajo, entonces nos ponemos otra y otra y otra meta, sin descanso ni respiro con la esperanza de alcanzar esa llenura.

Eclesiastés 3:9-14 nos dice: ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.

Nuestra necesidad de satisfacción ha sido puesta por Dios en el corazón de cada persona y sólo puede ser satisfecha por Cristo en su plan perfecto para la vida de cada uno ¡no hay otra forma de alcanzar la plenitud y la satisfacción de vivir!