sábado, enero 30, 2010

Hasta aquí nos ayudó Dios… ¿Y nosotros…?

Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová. (1Samuel 7:12)

Dios nos ha dado una visión y una labor muy específicas a los cristianos. Nuestro propósito como hijos de Dios es conocer a nuestro Padre mediante una relación íntima y personal con Jesucristo a través del Espíritu Santo, para dar testimonio vivo de Él.

Por esta razón es importante llevar a la práctica las palabras del apóstol Juan: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:14).

Es una necesidad fundamental para la satisfacción de nuestros propósitos de vida, levantar el nombre de Jesús mediante un testimonio personal que haga evidente la práctica de la presencia de Dios en nuestra existencia por la manifestación expresa de amor, de apoyo mutuo y de unión entre los hermanos en Cristo.

El corazón de un cristiano ha de ser transformado por el mismo Jesús para que Él pueda manifestarse a todas las personas con las cuales, ese hijo de Dios, se relacione en su caminar diario.

Ser cristiano no es cumplir con los “compromisos” religiosos de asistir al templo en los días de culto, por el contrario, es un proceso de crecimiento espiritual que produce un estilo de vida en el cual Jesús, actuando en cada uno, atrae a otras personas cuando desarrolla en nosotros un carácter que emana amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio.

Una persona amorosa, apacible, que actúa con aplomo y consideración para los demás, que evita juzgar y prefiere ayudar, que se enfoca en dar de sí, que es tolerante y paciente con las personas por inmaduras o egoístas que sean, que sabe pedir perdón cuando ofende y que perdona las ofensas, que deposita toda su confianza en Dios y se mantiene fiel a sus convicciones es alguien con quien todo mundo quiere tener amistad, es una persona atractiva… ahora bien, adquirir este carácter íntegro, es fruto del conocimiento íntimo de Jesús mediante una relación personal constante.

Si los miembros de las congregaciones, que nos llamamos cristianos, abandonamos las apariencias de piedad en pos de una verdadera edificación que levante el nombre de Jesús, entonces estaremos capacitados para rescatar a los que andan perdidos y para restaurar a los que se han alejado de Cristo como consecuencia del juicio y marginación que han sufrido, por parte de falsos piadosos que les han herido y dañado con su desprecio, por haber fallado en apegarse a sus propios estándares de conducta.

No nos toca juzgar, estamos en este mundo para hacer evidente el perdón, la misericordia y el amor de Jesús a toda persona, porque no existe un tan solo ser humano que no necesite de Jesús.

Dios nos permite seguir viviendo y nos regala oportunidades de entablar nuevas relaciones y amistades o de restaurar las que se habían enfriado con el tiempo.

Si tú como yo disfrutas de la alegría de tener a Cristo en nuestro corazón, te ruego que respondas para ti en tu corazón a esta pregunta: ¿no te parece que evitar presentar a Jesús a estas personas, no sólo es un desperdicio de esas oportunidades preciosas, sino que, constituye una verdadera traición tanto a Jesús como a los que decimos querer como amigos y que sabemos que necesitan de Él? ¿Qué haremos entonces?

sábado, enero 16, 2010

Corramos con Fe y Paciencia

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:1-2 RV60)

La vida cristiana es una carrera de resistencia que se corre por medio de la fe en Jesús.

Él es quien produce en nosotros la fe necesaria para resistir las pruebas y para mantener la vista puesta en el objetivo.

Todo corredor que se distrae en la ruta hacia la meta, está cediendo a sus adversarios una ventaja muy difícil de recuperar. Del mismo modo, cuando los cristianos nos distraemos de los propósitos de Dios y de su voluntad, comenzamos a ceder un terreno que ni siquiera es nuestro, entregamos parte de nuestra vida para ser gastada en actividades que no aprovechan nada para el reino de Dios.

Es fácil bajar la guardia, perder el ritmo y comenzar a agotarse cuando dejamos de concentrarnos en la meta, en Jesús; en estas condiciones, nos agobiamos, perdemos la esperanza cuando vemos el avance de otros y lo comparamos con nuestro estancamiento.

Ante esas circunstancias, Dios ha prometido que obrará en nosotros y completará la obra transformadora que ha iniciado en nuestra vida, por lo tanto, no debemos extrañarnos de su intervención divina en diversas formas.

Algunas veces Dios nos llamará suavemente la atención para captar de nuevo nuestra mirada y concentración. En otras ocasiones, su voz será más fuerte y su llamado más enérgico. Lo difícil no es que Dios nos hable, el problema se presenta cuando hacemos oídos sordos a sus palabras y decidimos continuar en nuestras distracciones que sólo nos desvían del camino que Él ha trazado.

Pero además de las distracciones externas que el mundo nos regala con sus atractivos y capacidad seductora, es fácil perder el rumbo cuando corremos cargando más peso del necesario. A veces acarreamos en nuestra espalda la culpa, la ansiedad, el temor, la enfermedad, la falta de perdón, el odio, la envidia, el resentimiento contra otros o contra Dios y a veces contra nosotros mismos.

Es indispensable que depositemos toda carga en manos de Jesucristo. Sólo Él puede con ella. Nuestra insistencia en llevar peso extra, le indica a Dios que no lo creemos capaz de llevar la carga y que creemos que no quiere ayudarnos conociendo su promesa expresa de darnos descanso: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11:28-30 RV60).

No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. (Filipenses 3:12-15 RV60).

sábado, enero 09, 2010

Dios cumplirá su propósito en Ti

Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos. (Salmos 138:8)

No hay persona en este mundo que haya nacido sin un propósito específico. Todo cristiano ha visto la luz de este mundo en su nacimiento como criatura de Dios, pero ha visto la luz de Cristo en su nacimiento en la Fe como hijo de Dios; como sabemos, Él ha preparado las obras y el camino que hemos de recorrer para cumplir ese propósito.

¿Te has preguntado alguna vez, tal como se preguntaban los discípulos de Jesús, qué debemos de hacer para poner en práctica las obras de Dios?... el Señor es claro y contundente: Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. (Juan 6:29 RV60).

Nuestras obras antes de Cristo no son más que deseos de encontrar propósito a nuestra existencia, normalmente motivadas por la necesidad de encontrar una razón para vivir, por lo mismo que buscamos ansiosamente ser alguien a través de hacer algo de valor para quien pueda apreciarlo.

Lo interesante de esto es la escala que usamos para valorar lo que hacemos. La medida de éxito en el reino del consumo es tener la capacidad de adquirir muchas cosas caras, la medida de éxito en la política es el poder y la autoridad de gobernar, a veces sin importar el costo, la medida de éxito en el mundo académico es el número de maestrías, doctorados y premios que podemos obtener… y así sucesivamente, en cada reino, los valores son específicos y por regla general fundados en el grado de satisfacción que obtenemos por practicarlos. En el reino de Dios, bajo el gobierno de Dios, el valor de las obras reside en Cristo. Sólo las obras que proceden de la Fe en Jesús y para la Fe, creyendo en su gracia salvadora son visibles y meritorias delante de Dios.

En la perspectiva divina, el mayor mérito que tenemos es cuando permitimos a Dios actuar en nosotros, sin estorbarle, para que pueda transformarnos, moldeándonos con amor a la imagen de Jesús.

La obra que Dios hace en nosotros da como resultado las obras que Dios hace a través de nosotros, tal y como Él las ha preparado para que cumplamos nuestro propósito de vida.

Esto implica que sólo acercándonos a Dios para escucharle podemos conocer de primera mano lo que Él ha destinado para que realicemos. Cada cristiano ha sido perfectamente equipado por Dios con talentos y dones que le otorgan la capacidad necesaria y suficiente para desarrollar una vida plena.

Cuando buscamos el rostro de Dios la felicidad viene como una consecuencia inevitable, cuando sólo buscamos la felicidad es inevitable perder el rumbo y encontrar satisfacciones temporales que tarde o temprano se agotan y pierden valor, dejando un vacío mayor cada vez.

Sólo en Jesús se encuentra la plenitud y el propósito real de existir…Él es la Vida.

Cuando Cristo sea levantado y la imagen de Cristo se vea en cada uno de nosotros, entonces y sólo entonces Él atraerá a través nuestro a quienes han de ser sus discípulos, sus seguidores, sus hijos.

¿Te puedes imaginar una satisfacción mayor que ver el rostro de Dios agradado porque puedes rendirte y rendir cuentas como Jesús?..

Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. (Juan 17:1-4RV 60).