sábado, noviembre 27, 2010

Amistad en Cristo

En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia. (Proverbios 17:17, RV60)

Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo. (Proverbios 27:17, RV60)

Abraham fue llamado por Dios “mi amigo”… pero ¿qué hizo Él para merecer tal honor? Según dice Santiago (2:23): “Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”.

Hay un requisito fundamental para la amistad con Dios: creerle.

Jesús mismo llamó amigos a Lázaro, a sus discípulos, a los apóstoles, incluyendo, de manera especial, a Judas en el momento preciso antes de entregarlo. Ahora bien, Jesús ofreció su amistad por su propia voluntad, Él escogió a sus amigos: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. (Juan 15:13-16, RV60).

Aceptar la amistad de Jesús supone hacer lo que nos manda, dando el fruto que Él mismo nos ha capacitado para dar, mediante su amor y su palabra.

La amistad así entendida, requiere un compromiso, una dedicación que se sobrepone a las emociones, a los sentimientos y a la razón misma. Si hemos de aprender a ser amigos, el modelo perfecto es el de Jesús: dispuesto a dar la vida, fiel hasta la muerte, dispuesto siempre a rendirse a la voluntad de Dios y a guiar al amigo en el camino de Dios.

Si el amor de Dios no actúa en nosotros, impedimos que se desarrolle nuestra capacidad de amar y de ser amigos verdaderos.

Puesto que la amistad implica una entrega desinteresada, por regla general, no coincide con la escala de valores del mundo, en el cual todo se mueve en función del beneficio que producirá. Por eso mismo Dios nos insta a rechazar la amistad con el mundo, con ese sistema de valoración de las personas y de las acciones porque se vuelven enemistad con Dios: ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4:4, RV60).

El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano. (Proverbios 18:24, RV60).

La amistad requiere reciprocidad, es un intercambio del amor que viene de Cristo entre dos personas que deciden honrar a Dios mediante sus acciones mutuas. La amistad no sólo honra al amigo, ante todo es un acto de adoración a Dios por medio del cual rendimos honor a la voluntad del Padre: Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Efesios 5:1-2, RV60).

sábado, noviembre 20, 2010

Gracia, justicia, misericordia y amistad de Dios

Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable. Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre. Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría. Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. (Salmos 51:1-7, NVI)

Cuando somos confrontados por la palabra de Dios y comprobamos que hemos actuado en contra de la voluntad de Dios, aunque en realidad necesitamos reconocer que hemos pecado, no siempre lo hacemos y reaccionamos de diferentes formas.

Una típica reacción es la negación, es la falta de reconocimiento del pecado, es un autoengaño para evitarnos el dolor de enfrentar la realidad de haber ofendido a Dios.

Otra reacción es buscar una excusa, una explicación una justificación para haber actuado así.

También reaccionamos afirmando que Dios no puede haber tomado nuestra acción como algo tan grave. Básicamente creemos que Dios no aplicará ninguna medida de justicia ante nuestra transgresión.

La única actitud realmente apropiada es la que nos muestra David en este salmo.

En Cristo Jesús, hemos obtenido el único camino verdadero a seguir.

La gracia de Dios consiste en darnos lo que no merecemos, por ello, gracias al sacrificio de Jesús hemos obtenido el perdón de pecados y la redención para reconciliarnos con Dios de una vez por todas y para siempre.

La justicia consiste en darnos lo que merecemos, y efectivamente la paga de nuestro pecado fue dada, pero no lo pagamos nosotros. Dios, en la persona de Jesús, quiso recibir el castigo que en justicia merecíamos por todos los pecados de la humanidad, y así sustituyéndonos en la cruz Él hizo justicia.

La misericordia de Dios consiste en no darnos lo que merecemos, es decir que Dios decide, por su amor, olvidar nuestros pecados para no darnos el castigo que ya Jesús llevó sobre sí mismo.

Jesús, no conforme con otorgarnos su gracia, su perdón y su redención justificándonos quiso ser llamado nuestro amigo y demostró su amistad poniendo su vida por nosotros.

"Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa. Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. (Juan 15:9-15, NVI)

sábado, noviembre 06, 2010

¿Prevención, Corrección o Amor?

Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. (Proverbios 16:18, RV60)

El hombre que reprendido endurece la cerviz, De repente será quebrantado, y no habrá para él medicina. (Proverbios 29:1, RV60a)

Según un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de los Estados Unidos, publicado en 2007, estamos viviendo en la “era de las consecuencias” que se define como el choque entre el cambio climático global y la seguridad de las naciones.

Los seres humanos hemos devastado la tierra que Dios nos entregó para ser cuidada como la fuente de nuestro sustento. Hemos señoreado sobre el mundo sin la sabiduría de Dios, guiados únicamente por nuestros limitados criterios e intereses humanos altivos, egoístas y primitivos. Este creciente deterioro y escaseo de todos los recursos inevitablemente nos llevará a conflictos y guerras por la misma subsistencia… Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. (Mateo 24:7, RV60).

De la misma manera en que hemos depredado el mundo, cada uno de nosotros tiene el potencial de erosionar su vida y destrozarla cediendo a los impulsos propios de nuestro egoísmo y altivez, pensando que somos los únicos dueños de la razón y la verdad, sólo considerando el beneficio inmediato sin pensar en las consecuencias futuras.

Evitar las consecuencias de malas decisiones requiere de evitar tomar esas malas decisiones; esto sólo es posible al buscar la verdad y seguirla. Resistir el consejo de Dios con testarudez… “endurecer la cerviz” no es más que despreciar la verdad y correr en pos de una falsa ilusión, una fantasía creada por nuestro delirio de grandeza al competir con Dios o por una autocomplacencia totalmente carnal desechando a Dios.

Pero las “consecuencias” no son un castigo que pretende dañarnos, son el recurso que Dios emplea por su amor a nosotros, para recordarnos que ÉL ES… EL QUE ES, para corregir nuestro rumbo perdido, para guiarnos con la disciplina de un Padre amoroso.

La prevención del pecado es mucho mejor que la corrección, pero ninguna sería necesaria si nuestra relación personal con Dios fuera tan intensa que el amor de Cristo nos impulsara a obrar conforme a su voluntad, como fruto directo de la acción del Espíritu Santo ministrando nuestro corazón y nuestra mente: ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? (Lucas 6:46, RV60). Si me amáis, guardad mis mandamientos. (Juan 14:15, RV60).

Porque Yo estoy contigo para salvarte, dice YHVH, Destruiré a todas las naciones en donde te he dispersado, Pero a ti no te destruiré, Te corregiré con mesura, Pero de ninguna manera te dejaré impune. Así dice YHVH: Tu llaga es incurable, Y dolorosa es tu herida; No hay quien defienda tu causa para vendar tu herida, Ni hay para ti medicamentos eficaces. (Jeremías 30:11-13, BTX).