sábado, julio 17, 2010

Nos escogió a pesar de nosotros…

Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor. (1Corintios 1:26-31, RV60)

Los escogidos de Dios somos gente común y corriente, con sus defectos y problemas, con errores y desaciertos, no somos extraordinariamente fuertes, ni poderosos, ni sabios ni espirituales, en términos humanos.

¿Por qué nos escogió entonces? Porque él quiso, porque fue su voluntad tomar lo menospreciado del mundo para levantarlo con su amor y su misericordia. Él tomó a quienes sabemos que no somos merecedores de nada y nos lo dio todo, dio su sangre, puso su vida en pago por nuestras fallas y ofensas.

Dios te ama a ti y a mí; nos ama tal y como somos, Él sabe cómo somos y no por ello nos rechaza, por el contrario, Él ha decidido trabajar en nuestra vida para hacernos personas conforme a su corazón, para pulirnos y llevarnos impecables ante su presencia.

Dios da gracia al humilde y resiste al soberbio, Dios aborrece los ojos altivos… Porque tú salvarás al pueblo afligido, Y humillarás los ojos altivos. (Salmos 18:27, RV60).

Es muy difícil para el que cree que lo tiene todo, que es bueno según sus propios estándares, reconocer que necesita de la gracia y la misericordia de Dios.

Es frecuente escuchar a muchas personas decir que no le hacen mal a nadie, que van a su iglesia, que respetan a los demás, por lo que suponen que con ello tienen una buena opción para entrar en el Reino de los Cielos. Algunos llegan al límite de la jactancia haciendo alarde de esa “espiritualidad” que el mundo aprecia. Al final su motivación real, sólo es ganar el reconocimiento de su entorno social.

Pero el Reino de de Dios no es una compañía de la que compramos acciones, el Reino de Dios sólo puede obtenerse por medio del testamento de aquél que dio su vida para que tuviésemos una “herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible” que sólo está reservada para los escogidos por Él.

No es haciendo méritos como entramos a Su reino, es simplemente aceptando Su señorío, Su gobierno en nuestras vidas que tenemos la opción de ser reconocidos como hijos de Dios.

Es la decisión más importante que todo ser humano puede tomar: aceptar que Jesucristo sea el Rey de su vida, y olvidarse de ser o de elegir a otro rey para gobernar en nuestra existencia. Esto es rendirse plenamente y con corazón sincero al mejor gobierno posible: el de Dios.

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