sábado, octubre 02, 2010

El amor, base de las obras

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. (1Corintios 13:1-3, RV60a)

El amor real y verdadero es un ejercicio constante de nuestra voluntad para dar lo mejor de nosotros mismos sin esperar nada a cambio.

El amor no es pasivo, es el poder que impulsa a nuestra fe para que podamos actuar y realizar las obras de valor que sirven a la voluntad de Dios en la vida diaria… porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.” (Gálatas 5:6, RV60a)

Toda acción, ejecutada sin el amor que viene de Dios, es un desperdicio estéril de nuestro esfuerzo y de nuestras capacidades.

Los dones, los talentos, todos los recursos que Dios ha entregado a cada persona, tienen un propósito específico: manifestar la gloria de Dios en nuestra vida.

Así como cada día nos preparamos con la vestimenta adecuada para las labores que hemos de realizar, la escritura nos insta a vestirnos de amor como el vínculo perfecto que nos une a Cristo y al Padre Celestial dándonos la capacidad de ver a los demás como superiores a nosotros mismos y manifestar en la práctica ese amor.

Cuando la mente de Cristo opera en nuestro entendimiento, nos hace ver con sus ojos a los demás, amigos y enemigos, permitiéndonos obrar con misericordia y amor.

Sólo así, dejando a Dios las decisiones de cada instante, podemos estar seguros de no equivocar el camino.

En el preciso momento en que nuestros criterios personales, guiados por el deseo, los sentimientos o la razón, intentan satisfacer cualquiera de nuestras necesidades, sin contar con la guía de Dios por medio de su Santo Espíritu, en ese mismo instante, hemos equivocado el rumbo aunque la decisión parezca buena y tener un sentido lógico.

Las acciones guiadas por el criterio divino, son las únicas que nos conducirán a la paz interior y al gozo real de esta vida, sobreponiéndose a cualquier circunstancia y superando con creces las alegrías y satisfacciones temporales que el mundo y sus atractivos pudieran ofrecernos.

No vale la pena engañarse con placeres pasajeros e ilusiones efímeras que no permanecen…

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1Juan 2:15-17, RV60a)

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