sábado, febrero 27, 2010

Vivir en el Plan

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. (1Pedro 2:9-10 RV60)

Dios ha elegido conforme a su plan, a quienes hemos de ser limpios por medio de la sangre de Jesús, para que seamos portadores de su evangelio a todos aquellos a quienes Él quiere que lo llevemos.

Nuestra tarea en esta vida, es rendirnos a la voluntad de Dios para encontrar, a través de la comunión con Él, el plan que Él ha preparado para que sea realizado por cada uno de manera individual y personal.

Nada es causa de mayor bendición que caminar en el camino que Dios ha preparado. Por tal razón, es importante para nuestro proceder diario, estar conscientes de la necesidad que tenemos de depender totalmente de Él para todas nuestras decisiones, por pequeñas o insignificantes que parezcan.

Nuestra propia piedad o la supuesta espiritualidad, procedente de nuestro razonamiento y decisiones humanas puede flaquear y va a flaquear, en cambio la verdadera espiritualidad, que procede de la operación del Espíritu Santo, será un escudo contra la tentación y las debilidades humanas que nos permitirá crecer y vencer a las circunstancias con la autoridad de Cristo.

La escritura afirma que cuando amamos a Dios (esto es porque Él nos amó primero) y para los que le amamos, todas las cosas nos ayudan a bien; en el miso pasaje (Romanos 8:28-30), identifica a los que amamos a Dios como aquellos que conforme a Su propósito hemos sido llamados, predestinados por Él para crecer hasta llegar a la imagen de Jesús.

Este proceso de crecimiento será efectivo, en la medida en que dejemos de estorbar los planes de Dios. Él cumplirá su plan, pero si nosotros equivocamos el rumbo, muy probablemente, las consecuencias serán desagradables para nuestra vida, y retornar al camino será, casi con seguridad, un período de dolor.

En esas circunstancias, en lugar de culpar a Dios por lo desagradable, sería más sensato reconocer nuestra equivocación y cambiar de inmediato el rumbo hacia el plan perfecto de Dios.

Él afirma que nada nos podrá apartar de su amor, en Cristo Jesús… por contraposición, cuando nosotros nos apartamos de Cristo, del camino, de la verdad y de la vida, estamos expresando nuestro desprecio al amor incondicional de Dios tomando nuestra propia ruta, entrando en el ámbito de la falsedad y de la muerte.

El hijo pródigo volvió al Padre cuando entendió su necesidad de humillarse ante Él y reconocer su pecado, su ofensa.

Conviene a nuestra vida mantenernos dentro del Plan de Dios, no sólo porque de una forma u otra, Él cumplirá su propósito en nosotros, sino porque reconocer el sacrificio supremo que Jesús hizo, debería despertar en nosotros la necesidad de rendirnos incondicionalmente en agradecimiento ante Él.

Para nuestra vida, Jesús y sólo Jesús es suficiente…

miércoles, febrero 24, 2010

Amor y Amistad…

002451Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. (Juan 15:13-15 RV60)

Jesús declara su amistad hacia quienes deciden aceptar el regalo de su amor y de su vida.

La amistad verdadera no consiste en palabras bonitas y vacías, es más bien la disposición total, consciente y voluntaria de entregar la vida por el amigo.

Cuando Jesús nos explica que sólo haciendo lo que Él nos instruye podemos ser verdaderos amigos suyos, no es porque quiera ejercer sobre nosotros un poder tiránico, simplemente está explicando una verdad que a través del tiempo y de las muchas interpretaciones de sus palabras ha sido deformada.

Visto en su contexto, lo que él nos mandó es amarnos los unos a los otros de la misma forma en que Él nos ha amado. Cuando decidimos obedecer a este mandamiento de forma voluntaria, estamos concretando el deseo del corazón de Dios y haciendo efectivo nuestro propósito de vida.

Lejos de lo que muchos piensan, el odio no es el mayor oponente del amor, el enemigo principal del amor es el egoísmo, es la sobrevalorización del “yo” por encima de todos, incluso de Dios mismo.

Por esa razón Dios, en la persona de Jesús, nos demuestra cómo el amor es una decisión que sólo manteniéndonos firmes en Cristo podemos realizar plenamente. Él decidió amarnos, Él tomó la determinación de vivir una vida humana de humillación y entregarla por nosotros, desnudo, despreciado y maltratado, para abrirnos la puerta de su casa y convertirnos en hijos de Dios, coherederos con Jesucristo de la vida eterna.

Él tomó esa decisión desde antes de crear al mundo y aún sabiendo nuestra capacidad de traicionarlo, quiso amarnos hasta la muerte. Así es un verdadero amigo, se mantiene fiel aunque sus “amigos” lo abandonen cuando las circunstancias se ponen difíciles.

Amarnos unos a otros es llevar a la práctica nuestra renuncia al egoísmo, poniendo a los demás por encima de nosotros mismos, de nuestros deseos y comodidades, es tener la disposición que tuvo Jesús de dar la vida para que nuestros amigos conozcan al Padre por medio de la vida de Cristo en nosotros.

Jesús nos da su amor para que lo transmitamos; lo que recibimos de Él, no es para guardarlo oculto de la vista de los demás, por el contrario, entre amigos no hay secretos, si dices tener amistad con alguien, compartirás con esa persona todo lo bueno que hay en tu vida… y ¿hay algo mejor en la vida que haber recibido a Cristo en tu corazón? ¿Existe algo que tenga más valor que Jesús en tu existencia? ¿Habrá en el mundo un mejor regalo para un amigo que el amor mismo de Cristo?

La amistad comienza en casa, siendo amigos de nuestro cónyuge, de nuestros hijos, de nuestros padres y hermanos, de los familiares y parientes; la amistad se ha de extender a toda persona con la que tenemos una relación: miembros de la congregación, vecinos, compañeros de trabajo y de estudio, jefes, subalternos, clientes, proveedores… no importa si son simpáticos, tímidos, extrovertidos, callados, bulliciosos o simplemente insoportables, al final de cuentas las circunstancias por las cuales tenemos contacto, sólo son un medio que Dios nos ha regalado para comunicar su amor.

¡¡¡Usemos los recursos que Dios nos provee para extender su reino de Amor verdadero… Feliz mes del amor a todos!!!

sábado, febrero 13, 2010

El nos eligió…

Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. (2Tesalonicenses 2:13-14 RV60).

Dios, en pleno ejercicio de su soberanía, decidió elegir a las personas que serían sus hijos, sus escogidos, sus santos… su familia.

El amor, como sabemos, es una decisión, es la decisión de dar y darse por encima de los propios intereses sin esperar ninguna clase de retribución. Por tal razón, el que es amado, es el receptor de todo aquello que, el que ama, le quiera dar.

Ese derecho de amar, ejercido por Dios, ha permitido que aquellos, a quien Él decidió escoger, podamos aceptar libremente el regalo que por su amor nos quiso entregar: la vida eterna junto a Él, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Ningún ser humano es merecedor de la gracia de Dios, ni por sus cualidades, ni por sus buenas obras, ni por sus méritos; a decir verdad, no hay nada que un ser humano pueda realizar que le haga digno de ser escogido por Dios para salvación.

Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. (Juan 15:19 RV60).

¿Por qué Dios no escogió a otras personas?… Eso, sólo Dios lo puede contestar, si Él quiere, es su derecho divino. Para el cristiano, lo importante es tener la convicción absoluta del amor y de la misericordia de Dios. Es necesario que tengamos claro que Dios quiso darnos la oportunidad de ser sus hijos, amándonos, perdonándonos, salvándonos, escogiendo a cada uno de forma individual y personal.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:4-9 RV60).

La comprensión de esta verdad, debería ser más que suficiente para producir en nosotros un profundo agradecimiento. El Espíritu Santo de Dios, obrando en cada uno, (si se lo permitimos), producirá la necesidad, el deseo vehemente, de transmitir el amor incondicional de Jesús para que los demás conozcan a Cristo.

No podemos dejar de proclamar el amor de Jesucristo porque sólo así, los escogidos de Dios, que aún no saben que lo son, escucharán el llamado de Su Señor y podrán reconocer Su voz en nosotros.

Evangelizar, es una misión que nos permite anunciar a todo mundo, la gran noticia de la manifestación del amor de Dios por medio de Jesucristo. El fruto de la predicación y testimonio de Su amor, será el reconocimiento de cada hijo de Dios, a quien Él ha escogido, del llamado de Su Padre celestial y la aceptación del regalo inmerecido de la vida eterna con Él en su reino.

No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros. (Juan 15:16-17 RV60).

sábado, febrero 06, 2010

Acumulando tesoros

cofre

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. (Hebreos 13:5-6 RV60).

El mundo moderno tiene ofertas increíbles, nuestra vida diaria está inundada de cosas que nuestros padres no tuvieron, que nuestros abuelos consideraban ciencia ficción y nuestros antepasados considerarían verdaderos milagros.

El mercadeo intenso de los fabricantes por vender toda clase de objetos y artilugios nos ha llevado a “necesitar” teléfonos celulares (con mp3, cámara, video, chat, internet, etc.), computadoras portátiles, equipos para hacer ejercicio, hornos de microondas, televisores de plasma, LCD o LED (y ahora con 3D), carros automáticos (full extras y con GPS), refrigeradoras de frio seco con expendedor de cubitos de hielo, aire acondicionado mini split, por citar lo más común; basta con ver las ferias de consumo locales e internacionales para darnos cuenta de la constante creación de necesidades que prevalece en nuestra sociedad y que bombardea nuestra mente a diario.

El dinero y las cosas, en sí mismas, no son buenas ni malas, pero el uso que le damos y el amor que les ponemos, pueden ser en extremo dañinos si centramos el éxito de nuestra vida en ellas. Ese amor desmedido, y esa ansiedad por tener y acumular posesiones materiales, dinero y objetos que proveen placer inmediato, se llama avaricia, y la avaricia, según la caracteriza la Biblia, es idolatría. Es muy triste observar la pobre asignación que muchas veces hacemos del dinero que llega a nuestras manos.

Es fácil conocer donde está nuestro corazón con solo ver el orden en que reservamos y gastamos el dinero que recibimos y el tiempo de que disponemos.

Acumular o gastar sin medida ni orden son síntomas muy graves de un alma enfocada en la materialidad. El que acumula no confía en que Dios es su proveedor, guarda y guarda para sentirse seguro por lo que pueda pasar. El que gasta y gasta, no tiene conciencia del propósito con que Dios le provee y desperdicia las oportunidades de ser bendición prefiriendo esclavizarse de los bienes y satisfacciones temporales que obtiene de este mundo.

La actitud correcta, es la que viene del perfecto equilibrio entre necesidad y provisión. El cristiano que deja a Dios actuar como guía en su vida, invierte cada talento, su tiempo y las bendiciones de Dios con sabiduría, con la seguridad de la provisión constante de Dios, actuando como el torrente de bendición que tanto su familia como la comunidad necesitan.

El que vive ansiando lo que no tiene, jamás tiene tiempo para disfrutar lo que Dios ya le dio. Se frustra por lo que desea, menosprecia lo que tiene y sigue desperdiciando su tiempo haciendo esfuerzos por obtener algo más… pero, cuidado con el conformismo, no se trata de abandonarse y dejar de trabajar, se trata de invertir todo esfuerzo con empeño en lo que Dios ha preparado para que hagamos.

Si Dios se tomó el trabajo de preparar las buenas obras que hemos de realizar, es porque desarrollándolas, es la única manera de obtener la máxima satisfacción posible.

Toda acción realizada fuera del camino óptimo diseñado por Dios puede dar alguna satisfacción pero jamás tendrá la recompensa que tienen las obras que Dios ha preparado: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Mateo 6:19-21 RV60).