sábado, febrero 13, 2010

El nos eligió…

Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. (2Tesalonicenses 2:13-14 RV60).

Dios, en pleno ejercicio de su soberanía, decidió elegir a las personas que serían sus hijos, sus escogidos, sus santos… su familia.

El amor, como sabemos, es una decisión, es la decisión de dar y darse por encima de los propios intereses sin esperar ninguna clase de retribución. Por tal razón, el que es amado, es el receptor de todo aquello que, el que ama, le quiera dar.

Ese derecho de amar, ejercido por Dios, ha permitido que aquellos, a quien Él decidió escoger, podamos aceptar libremente el regalo que por su amor nos quiso entregar: la vida eterna junto a Él, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Ningún ser humano es merecedor de la gracia de Dios, ni por sus cualidades, ni por sus buenas obras, ni por sus méritos; a decir verdad, no hay nada que un ser humano pueda realizar que le haga digno de ser escogido por Dios para salvación.

Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. (Juan 15:19 RV60).

¿Por qué Dios no escogió a otras personas?… Eso, sólo Dios lo puede contestar, si Él quiere, es su derecho divino. Para el cristiano, lo importante es tener la convicción absoluta del amor y de la misericordia de Dios. Es necesario que tengamos claro que Dios quiso darnos la oportunidad de ser sus hijos, amándonos, perdonándonos, salvándonos, escogiendo a cada uno de forma individual y personal.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:4-9 RV60).

La comprensión de esta verdad, debería ser más que suficiente para producir en nosotros un profundo agradecimiento. El Espíritu Santo de Dios, obrando en cada uno, (si se lo permitimos), producirá la necesidad, el deseo vehemente, de transmitir el amor incondicional de Jesús para que los demás conozcan a Cristo.

No podemos dejar de proclamar el amor de Jesucristo porque sólo así, los escogidos de Dios, que aún no saben que lo son, escucharán el llamado de Su Señor y podrán reconocer Su voz en nosotros.

Evangelizar, es una misión que nos permite anunciar a todo mundo, la gran noticia de la manifestación del amor de Dios por medio de Jesucristo. El fruto de la predicación y testimonio de Su amor, será el reconocimiento de cada hijo de Dios, a quien Él ha escogido, del llamado de Su Padre celestial y la aceptación del regalo inmerecido de la vida eterna con Él en su reino.

No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros. (Juan 15:16-17 RV60).

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