sábado, febrero 06, 2010

Acumulando tesoros

cofre

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. (Hebreos 13:5-6 RV60).

El mundo moderno tiene ofertas increíbles, nuestra vida diaria está inundada de cosas que nuestros padres no tuvieron, que nuestros abuelos consideraban ciencia ficción y nuestros antepasados considerarían verdaderos milagros.

El mercadeo intenso de los fabricantes por vender toda clase de objetos y artilugios nos ha llevado a “necesitar” teléfonos celulares (con mp3, cámara, video, chat, internet, etc.), computadoras portátiles, equipos para hacer ejercicio, hornos de microondas, televisores de plasma, LCD o LED (y ahora con 3D), carros automáticos (full extras y con GPS), refrigeradoras de frio seco con expendedor de cubitos de hielo, aire acondicionado mini split, por citar lo más común; basta con ver las ferias de consumo locales e internacionales para darnos cuenta de la constante creación de necesidades que prevalece en nuestra sociedad y que bombardea nuestra mente a diario.

El dinero y las cosas, en sí mismas, no son buenas ni malas, pero el uso que le damos y el amor que les ponemos, pueden ser en extremo dañinos si centramos el éxito de nuestra vida en ellas. Ese amor desmedido, y esa ansiedad por tener y acumular posesiones materiales, dinero y objetos que proveen placer inmediato, se llama avaricia, y la avaricia, según la caracteriza la Biblia, es idolatría. Es muy triste observar la pobre asignación que muchas veces hacemos del dinero que llega a nuestras manos.

Es fácil conocer donde está nuestro corazón con solo ver el orden en que reservamos y gastamos el dinero que recibimos y el tiempo de que disponemos.

Acumular o gastar sin medida ni orden son síntomas muy graves de un alma enfocada en la materialidad. El que acumula no confía en que Dios es su proveedor, guarda y guarda para sentirse seguro por lo que pueda pasar. El que gasta y gasta, no tiene conciencia del propósito con que Dios le provee y desperdicia las oportunidades de ser bendición prefiriendo esclavizarse de los bienes y satisfacciones temporales que obtiene de este mundo.

La actitud correcta, es la que viene del perfecto equilibrio entre necesidad y provisión. El cristiano que deja a Dios actuar como guía en su vida, invierte cada talento, su tiempo y las bendiciones de Dios con sabiduría, con la seguridad de la provisión constante de Dios, actuando como el torrente de bendición que tanto su familia como la comunidad necesitan.

El que vive ansiando lo que no tiene, jamás tiene tiempo para disfrutar lo que Dios ya le dio. Se frustra por lo que desea, menosprecia lo que tiene y sigue desperdiciando su tiempo haciendo esfuerzos por obtener algo más… pero, cuidado con el conformismo, no se trata de abandonarse y dejar de trabajar, se trata de invertir todo esfuerzo con empeño en lo que Dios ha preparado para que hagamos.

Si Dios se tomó el trabajo de preparar las buenas obras que hemos de realizar, es porque desarrollándolas, es la única manera de obtener la máxima satisfacción posible.

Toda acción realizada fuera del camino óptimo diseñado por Dios puede dar alguna satisfacción pero jamás tendrá la recompensa que tienen las obras que Dios ha preparado: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Mateo 6:19-21 RV60).

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