sábado, octubre 10, 2009

Reposa…


Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. (Hebreos 4:9-11 RV60).

Reposar es un acto que nos induce a descansar, a depositar todo peso, incluyendo el peso de nuestro propio cuerpo, en forma tal que no necesitemos hacer más esfuerzo. En ese estado nuestros músculos se distienden, ya no necesitan estar tensos para desplegar su potencia, podemos dejar de gastar energía y recuperar el aliento.

En el alma, el descanso implica paz, es un estado que muchos tratan de obtener por medio de técnicas de relajación como la meditación, la música, la hipnosis e incluso en algunos casos por medio de medicamentos, calmantes y drogas.

El descanso que Jesucristo ofrece no tiene comparación, es la paz que se sobrepone a nuestra lógica y capacidad intelectual, es un estado de quietud que procede directamente del Espíritu de Dios, Jesús nos llama… Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11:28-30 RV60).

Dios nos atrae a su presencia por medio de Jesucristo… Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor (Oseas 11:4a RV60), ese yugo que Jesús nos ofrece son su brazos amorosos que nos abrazan intensamente para transmitirnos su paz, esa paz que sólo se encuentra en el reposo de Dios.

Disfrutar de esa calma es una parte del fruto del Espíritu, es producto de permanecer conscientes de nuestra presencia delante de Dios continuamente. Pero el hábito de conversar con Dios en todo momento y lugar, escuchándole, amándole, sólo puede desarrollarse cuando ejercitamos la fe que viene del mismo Dios.

El evangelio, las buenas nuevas de nuestra redención se han revelado a nosotros por fe y para fe. Dios nos ha comunicado su deseo de hacernos sus hijos, la salvación tiene un propósito sublime más allá de apartarnos de la condenación, Dios quiere que su familia, nosotros, los que creemos con una fe activa y constante, vivamos en una relación permanente, armoniosa unidos a Jesucristo y con el Padre por medio de su Espíritu.

Si Dios nos quiere a ti y a mí, en su presencia todo el tiempo, si Dios quiere que reposemos de nuestros esfuerzos humanos y que confiemos en que Él cuida de nosotros, si Dios quiere que en todo tiempo estemos conscientes de su amor, de su fidelidad… ¿no sería la mejor decisión dejar que sea Él quien tome el control de nuestra vida? Basta la simple lógica humana para entender que oponerse a Dios por hacer nuestra voluntad en contra de la de Él, siempre dará muy malos resultados…

Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. (Hebreos 3:7-11 RV60).

Un corazón arrepentido y humillado es la mejor ofrenda que Dios no despreciará jamás y la recompensa sobrepasa cualquier cosa que podamos imaginar.

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